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las ruinas de Ani

Kars y las ruinas de Ani

Mingalaba en Myanmar, xiè xiè en China, madloba en Georgia, terima kasih en Indonesia y Malasia, spas en kurdo, rahmat en Kirguistán, Kazajistán y Uzbekistán, arigatõ… y así muchos otros hasta ahora. Pero ahora no es necesario aprender a dar las gracias, a decir hola o buenos días en el idioma del país en el que estamos porque ya lo sabemos. Aún recuerdo como se dice hola, buenos días y algunas otras palabras y frases y, lo más importante, aún recuerdo como dar las gracias: teşekkür ederim.

Estamos otra vez en Turquía. Muchas cosas nos resultan familiares de los tres meses que pasamos recorriendo Turquía al comienzo de este viaje antes de que se convirtiera en nuestro estilo de vida. Recordamos su gastronomía, su hospitalidad, su organización en transportes, las sonrisas de sus habitantes, su loca y rápida forma de conducir. Es una sensación extraña llegar a un país y ya conocer muchas cosas sobre él aunque, al mismo tiempo, nos queden muchísimas más por aprender. 

Kars, ciudad fría – cálida bienvenida

Llegamos pasadas las ocho de la noche aunque el autobús que nos trae desde Tbilisi debería haber llegado tres horas antes. El tráfico y (pensamos) algunos problemas del conductor o del vehículo con los trámites en la frontera nos han retrasado bastante. Estamos en Kars, una de las ciudades a más altitud de Turquía (unos 1.800 m.s.n.m.) pero está tan alejada de la costa que el clima es muy frío a pesar de que estamos a finales de septiembre. El viento helado tampoco ayuda a entrar en calor. Por lo que nos cuentan más tarde incluso en las noches de verano la temperatura puede acercarse a los cero grados. 

Pedimos señal de Internet en una tienda y nos ponemos en contacto con nuestro anfitrión de Couchsurfing. En dos minutos estamos en casa de Selim, un joven profesor de inglés que trabaja en el colegio de un pueblo cercano a la frontera con Armenia. Conectamos rápido. Él vivió en Polonia y tiene novia allí. De hecho irá a visitarla en los próximos días libres de su trabajo (vacaciones navideñas), ya tiene los billetes comprados y está ansioso por verla. No se ven en persona desde el verano. 

Selim nos cuenta que la vida en Kars es dura. Los inviernos son muy largos y fríos. El trayecto hasta el colegio es casi una hora con un autobús especial para los profesores; sale de casa hacia el trabajo antes del amanecer y vuelve cuando el sol ya se ha escondido. Nos pide si podríamos ir a su colegio y hacer una presentación sobre nuestro viaje; añade que los niños de la escuela son de diferentes pueblos cercanos pero que ninguno de ellos ha visto nunca a un extranjero en persona. Aceptamos encantados sin saber exactamente cómo vamos a hacer la presentación.

¿Qué ver en Kars?

La verdad es que la ciudad de Kars no es un gran reclamo turístico aunque se supone que es tierra de kurdos, no vimos a nadie con las ropas típicas kurdas por las calles de la ciudad. Por supuesto como todas ciudades y pueblos del este de Turquía, hay un castillo y varias iglesias armenias antiguas, algunas reconvertidas en mezquitas. Destaca la Iglesia armenia de los apóstoles que desde que fue construida hace más de 1.000 años cambió de iglesia armenia a mezquita otomana, luego a iglesia ortodoxa rusa, después se uso como almacén y tiendas durante años hasta que volvió a consagrarse como mezquita.

El escritor Orhan Pamuk Nobel de Literatura centró la trama de su famosa novela Kar (nieve en turco) en esta ciudad dándola a conocer a la mayoría de sus lectores pero no es eso lo que atrae a los pocos turistas que vienen a Kars sino las ruinas de Ani Öckbashi. 

Las ruinas de Ani

Ani Öckbashi son las ruinas de una ciudad medieval armenia aunque hoy en día, al igual que el pico más alto de Turquía: el Monte Ararat, pertenecen a Turquía. Supongo que si algún armenio visita estas ruinas no le gustará mucho encontrarse con la bandera turca ondeando al viento en la misma entrada.

La ciudad de Ani llegó a ser habitada por más de 100.000 personas y sobrevivió a numerosos ataques, conquistas, asaltos, terremotos y más; hasta que poco a poco fue abandonada a su suerte entre el siglo XVII y XVIII. En el siglo XIX viajeros europeos “descubrieron” la ciudad de Ani para el resto del mundo.

Aunque lo que queda a día de hoy no es gran cosa. Muchos edificios están en proceso de restauración o en ruinas. De todas las iglesias, catedrales, casas, mercado, murallas no queda mucho. Está muy reconstruido o completamente en ruinas. A nosotros las ruinas de Ani nos dejaron un poco desilusionados. 

La mejor parte es subir hasta la fortaleza para admirar el paisaje; por un lado el cañón del río Akhurian y por el otro el extenso Valle de Bostanlar. 

Si no quieres o no puedes contratar una excursión o un taxi privado, hay un autobús que sale desde el mismo centro de la ciudad: enfrente de Antik Kafe Pastane en la esquina de la calle Faikbey con la calle Gazi Ahmet Muhtar Paşa. Cuesta 18 TRY (2,80 €) ida y vuelta y la entrada a las ruinas de Ani otras 12 TRY (1,90 €). Recuerda llevar agua y algo para comer porque solo hay una pequeña tienda en la entrada donde venden souvenirs, algunos refrescos, agua y, por supuesto, té. 

Supongo que si vienes hasta Kars es para visitar las ruinas. Es una buena excursión para medio día y dependerá de ti si mereció la pena o no. 

las ruinas de Ani

Visita a una escuela de pueblo

La noche anterior preparamos algunas fotografías y vídeos y decidimos improvisar un poco las presentaciones que íbamos a hacer para los niños del colegio, al fin y al cabo, a lo largo de estos cuatro años hemos hablado, contado, explicado y contestado tantas veces a las miles de cosas que hemos vivido y experimentado en este viaje que no nos hace falta prepararnos mucho.

Salimos temprano, el sol aún no trabaja a pleno rendimiento y hace bastante frío aunque es uno de octubre. Nos espera una hora de minibús hasta la escuela que aprovechamos para mirar los paisajes. Aunque no es la primera vez que visitamos una escuela en algún pueblo pequeño y olvidado por el turismo y, a veces, por su propio gobierno. Hace algún tiempo estuvimos en una escuela en la parte no turística y pobre de la isla indonesia de Lombok. Estamos nerviosos pero no por las presentaciones sino porque vamos a enfrentarnos a 80 niños que no han visto un extranjero en toda su vida y no sabemos que tipo de “interrogatorio” nos espera. 

El minibús va dejando profesores en diferentes pueblos hasta que llegamos a Incedere Köyü, un pequeño pueblo con una enorme escuela. Niños de diferentes pueblos estudian aquí, unos van y vienen a diario y otros viven de lunes a viernes en la misma escuela porque sus casas están muy alejadas. Aún así solo hay 80 alumnos en un edificio que podría dar cabida a más de 300. Oficialmente todos los niños están escolarizados, la educación es gratis pero siempre nos queda la duda de si muchos de ellos no se quedan trabajando con sus padres cuidando de los animales y de sus campos.

Los primeros niños nos ven y se quedan parados, mirando, sonriendo, cuchicheando entre ellos. Muchos hello! y algunos good morning es lo único que nos dicen. Sin embargo a Selim (su profesor y nuestro anfitrión) no le dan un momento de respiro: ¿Dónde nos ha encontrado? ¿De dónde somos? ¿Qué hacemos allí? ¿Real Madrid o Barça?

En una mañana hacemos presentaciones para los cuatro últimos cursos (11, 12, 13 y 14 años). Los más jóvenes son los más curiosos e interesados, se les iluminan las caras cuando ven algunas playas de nuestra querida Sulawesi o tortugas marinas. Los más mayores son más “chulitos” y más escandalosos. Nos preguntan si los canguros boxean entre si o si atacan cuando te acercas. Muchos de ellos preguntaban si los animales que ven en las fotografías pueden comerse y si están buenos; para ellos es normal porque están acostumbrados a que cuando en casa hace falta carne se mate un animal (ovejas, cabras, vacas…)

Cuando llega la hora del descanso para comer, nos sentamos en el comedor común en unos largos bancos corridos junto a los alumnos. Avergonzados se sientan a nuestro lado y comen sin borrar la sonrisa de su rostro. Arroz, un aguado guiso de garbanzos y mucho más pan del que puedas comer; de postre compota de frutas. Nos ofrecen más comida por si nos hemos quedado con hambre pero la rechazamos sabiendo que no les sobra comida para todos.

Entre gritos, sonrisas y frases como: “nos gustaría que os quedarais”o “ha sido fantástico” nos despedimos de niños, profesores y del director. Un compañero de Selim nos acerca a un pueblo cercano y nos mete en un minibús que nos llevará de vuelta a Kars. Una experiencia inolvidable tanto para ellos como para nosotros. 

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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