La cara oculta de Lombok
La isla de Lombok vive a la sombra de la vecina Bali. No por su tamaño sino por lo que al turismo se refiere. Las guías y las agencias de viajes la venden como la próxima Bali y todo indica que así será en un futuro no muy lejano.
De momento los turistas acuden a Lombok atraídos por sus playas desiertas, el surf o con la idea de ascender el volcán Rinjani con sus 3726 metros de altitud. Senggigi y Kuta son los destinos elegidos con sus “happy hour” de diez de la mañana a 10 de la noche. Aunque la mayoría solo está de paso para ir en barco a alguna de las islas Gili. Nadie se queda Mataram, la capital. Nosotros nos quedamos y gracias a Dewi, nuestra anfitriona de Couchsurfing pudimos conocer la cara oculta de Lombok.
Dewi no solo fue nuestra anfitriona, también se convirtió en nuestra guía, nuestra sponsor para extender el visado y, hasta hoy día, nuestra amiga.
Mataram
Mataram es la típica “gran ciudad” indonesia. Demasiados coches y el doble de motos que de habitantes que unidos provocan ese ambiente ruido tan característico de las ciudades del Sudeste Asiático. Nadie se queda aquí por mucho tiempo. ¿Para qué? Para ver la vida cotidiana de una ciudad indonesia.
En Mataram es muy raro ver a algún turista. Quizás haya algún hotel lujoso al borde de una bonita playa rodeado de restaurantes caros aunque tengo serias dudas. Lombok es principalmente musulmán, además la mayoría de sus habitantes pertenecen a la etnia Sasak y son bastante conservadores. No es el mejor lugar para pasear en bikini y beber alcohol.
Nuestra anfitriona Dewi vive sola con su madre y para no crear problemas nos acomodó en casa de su hermana Ika que vive con su marido y su hijos en un pequeño apartamento en una especie de urbanización. Una docena de apartamentos con un par de habitaciones, baño y cocina alrededor de un terreno comunal que hace las veces de parking, tendedero y zona de esparcimiento. No está cerrado como la mayoría de las puertas de las casas. Es como un gran patio donde las mujeres cotillean, los hombres (cuando no trabajan) fuman y beben café sentados a la sombra y los niños juegan, corren, se ensucian y entran en cualquier casa como si fuera suya. Cada mañana llega una mujer mayor en una bicicleta (más vieja que ella) vendiendo desayunos, muchas de las vecinas le compran algo porque saben que es su única fuente de ingresos.
La cara oculta de Lombok. Lo que el turista no ve
Lombok tiene dos caras. La primera, la que ve el turista, sería Senggigi, en la costa oeste. Toda la infraestructura para el turismo de sol y playa: excursiones, surf, snorkel, agencias de viajes, cerveza barata, bares, restaurantes, estudios de tatuajes… Gran parte de la población se subió a la ola del turismo y vive de ello.
La segunda. La cara oculta. Lo que el turista no ve. La costa este de Lombok donde no hay bonitas playas, hay sequía. No hay infraestructura turística, hay pobreza. No hay negocio lucrativo, hay lucha por sobrevivir el día a día.
En Pringgabaya está el puerto que lleva los productos, que llegan de Mataram, a la isla vecina de Sumbawa pero poco o nada se queda allí; unos pocos puestos de trabajo de carga y descarga.
Desde Mataram, con nuestra amiga Dewi, fuimos en una destartalada furgoneta, eñ único transporte hasta Pringgabaya donde vive su tía y su prima, lo que queda de su familia paterna y donde tiene en marcha un gran proyecto de escolarización para niños.
Ya durante el viaje se podía sentir el olor rancio de la falta de higiene diaria. Conforme más avanzábamos hacia el este, más pobreza se veía, más basura por el suelo, más sucios los niños.
El proyecto de Dewi
Dewi es psicóloga, trabaja con niños víctimas de abusos sexuales. Hace unos años el peso de su trabajo le sobrepasaba y decidió tomarse un descanso. No se fue de vacaciones, ni se retiró a un monasterio ni nada que podamos relacionar con descansar o desconectar. Todo lo contrario. Creo una fundación. Su mayor logro es una escuela independiente donde trata de educar a los niños en todos los aspectos.
En la actualidad tiene a más de cien niños, de 4 a 6 años y de 12 a 15 años. Los mayores no siempre asisten a las clases porque trabajan. Las profesoras no se quejan porque es mejor que vengan de vez en cuando a que no vengan nunca. No tienen suficientes alumnos de otras edades para que las autoridades les concedan el permiso para dar esos cursos. ¿Por qué? La respuesta la tienes en las calles. Los niños tienen que aportar dinero a casa desde edades muy tempranas. No es raro ver niños y niñas de unos ocho o nueve años de dependientes o limpiando en alguna tienda.
También es bastante común el matrimonio concertado. Las niñas se casan a los doce años (a veces más jóvenes) a menudo con niños más pequeños que ellas. Se espera que la nueva pareja sea autosuficiente cuanto antes y eso lleva a que dejen la educación (si acudían a la escuela) y se pongan a trabajar. En menos de un año llegará el primer hijo. La anticoncepción es un tema tabú y, sin la poca educación que podrían haber recibido, ni habrán oido hablar de ella. Unos niños que apenas saben leer y escribir engendrando a más niños que entrarán al mundo laboral con seis o siete años sin ningún tipo de educación. Este es el futuro y el presente de esta comunidad. Esta comunidad que Dewi trata de cambiar con su escuela luchando contra sus costumbres, sus tabúes y, en muchos casos, con las familias de los niños.
En la escuela a los niños pequeños no solo se les da la educación obligatoria, también se les enseña la higiene diaria. Para muchos la idea de ducharse, lavarse manos y dientes, no ir descalzos es algo extraña. Para asistir a las clases deben asearse, vestirse y calzarse.
Desde hace unos meses la escuela dispone de aseo y duchas. Algunos niños nuevos tienen que pasar de la teoría del higiene a practicarlo. Las madres que al principio acudían a la escuela porque desconfiaban de los profesores, ahora también aprenden sobre la importancia del higiene. De nada sirve educar a los niños si no pueden seguir el ejemplo en casa. Paso a paso, entre las madres y los hijos se van cambiando las costumbres caseras. Poco a poco las próximas generaciones lo tendrán más fácil ¿o no?
La higiene está ligada al agua y, mientras la costa occidental es jungla y plantaciones de arroz, la costa oriental es casi desértica. El agua subterránea es salada. Perforar lo suficiente para llegar al agua dulce es un coste que casi nadie puede permitirse, todavía menos la desalinización. Debido a esa escasez tener agua corriente en casa es un lujo.
Otro gran problema es la basura. Si has estado en Asia ya sabrás que no son muy limpios ni conscientes del medio ambiente. Hay que tener en cuenta que hace unas décadas los envoltorios de comida utilizados en gran parte de Asia eran hojas de diferentes plantas. Hojas que dejaban caer al suelo sin importarles la contaminación. Ahora esas hojas han sido sustituidas por diversas capas de plástico que te venden dentro de otra bolsa de plástico. Todo ese plástico no lo tiran al suelo simplemente lo dejan caer estén donde estén.
En la escuela, mires donde mires, hay cubos de basura. Las profesoras enseñan a niños y madres a utilizarlos. Es un trabajo duro y repetitivo ya que hay que luchar contra las costumbres de todos los demás. Solo tienen el ejemplo de la escuela durante unas pocas horas al día, al salir del recinto escolar la basura es omnipresente por todas partes.
Dewi no acude a la escuela todos los días. Tiene demasiado trabajo buscando fondos, peleándose con funcionarios corruptos que buscan excusas para cerrar la escuela, luchando contra los padres de los niños para que cambien sus costumbres, tratando de convencer a los padres de que no casen a sus hijos adolescentes, de que se laven, de que vengan a la escuela, de lo importante de tener una educación básica.
Cuando conocimos a los niños mayores, Dewi insistía en recalcar que nosotros nos casamos alrededor de los treinta años, que no tenemos hijos, que puedes elegir a tu pareja, que puedes elegir la vida que quieres tener. Nunca dijo que fuera fácil pero no es imposible. Dewi les animaba a hacernos preguntas, para practicar el inglés, para que perdieran la timidez y para que aclaran sus posibles dudas.
No sé cómo lo ves tú pero nosotros nos sentimos privilegiados de haber conocido la cara oculta de Lombok. Las profesoras, los niños, las madres. Todos nos sonríen, todos son amables, nos dan las gracias por haber ido hasta allí para ver como viven. Su vida sencilla. Mucha gente nos mira por la calle, nos saluda con un gesto de cabeza o con un good morning aunque sea por la tarde.
Una vida sencilla, con sus problemas y llena de complicaciones pero, desde su punto de vista, sencilla.
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Víctor
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