Pamir Highway (3) Murgab
Después de un par de controles militares llegamos. Murgab nos da la bienvenida llorando, una leve llovizna que no llega a calar en la ropa ni mucho menos en nuestras mochilas. Con el sol cubierto por las nubes la temperatura es muy agradable. Tenemos un par de homestays marcados en el mapa porque no queremos meternos en el Pamir Hotel como el 99% de los que hacen noche en Murgab.
Apenas comenzamos a andar nos cruzamos con Tulfabek, el dueño de un guesthouse situado a cincuenta metros en la misma carretera que cruza la ciudad. Sin negociar aceptamos una habitación privada con desayuno por 60 TJS (unos 5,5 euros) por persona. Baño occidental compartido, ducha con agua caliente y un litro de té cada vez que él o algún miembro de la familia nos ve fuera de la habitación. Como éramos los únicos clientes, nos dieron una habitación enorme separada del resto, con nuestra propia entrada, dos largos sofás donde tumbarse a leer y dos camas compuestas de varios cómodos colchones unos encima de otros. Un lujo por estas tierras.
El bazar de Murgab
Quizás hace años Murgab fuera un pequeño pueblo sin vida, sin vehículos, sin electricidad, sin tiendas… pero actualmente es una ciudad compuesta de casas bajas unifamiliares con bastante gente por la calle. Al llegar al famoso bazar construido con grandes contenedores de carga nos sorprendió un tumulto de gente deambulando por todas partes, comprando, regateando o comiendo en alguno de los contenedores que hacen de restaurante.
Hay tiendas-contenedor de comida, dulces y galletas, ropa, ferretería, electricidad, herramientas para trabajar la tierra… muchas más cosas de las que imaginábamos. Aquí están aislados pero, al mismo tiempo, también están en la ruta de todos los camiones que van de Dusambé, la capital tayika a Kasgar en China, y que proveen de la mayoría de los productos de uso diario en Tayikistán.
Al atardecer, las tiendas cierran. La gente se encierra en sus casas a cenar. Las temperaturas descienden varios grados y la ciudad se queda vacía, sin vida excepto por algunas ventanas iluminadas. Sin apenas contaminación en el aire y sin alumbrado público, las calles desérticas dan la impresión de un lugar post-apocalíptico. Lo único que queda por hacer es salir al patio a contemplar en cielo estrellado a 3.650 metros sobre el nivel del mar.
Pshart Valley
Incluso antes de llegar estábamos pensando en cómo salir de Murgab. Si vas en dirección Alichur o Chorog no hay problema, todos los camiones que vienen desde China pasan por Murgab en su recorrido pero en la otra dirección es más difícil. La carretera principal sigue hacia Kirguistán pero los camiones se desvían hacia China. Solo nos quedan los caros taxis compartidos. Antes de decidirnos queríamos ver que posibilidades teníamos para hacer autostop.
Al día siguiente nos fuimos a recorrer Pshart Valley, pasados unos kilómetros al norte de Murgab. Queríamos verlo y, además, nos serviría para ver el posible autostop para salir al día siguiente. Unos pocos metros andando y para un coche que se ofrece a llevarnos a la entrada del valle a unos 7 kilómetros de Murgab; van en es dirección a una aldea cercana y no quieren aceptar unos pocos somonis que les ofrecemos. Durante el trayecto nos dicen que nos será imposible hacer autostop al día siguiente porque desde Murgab nadie va a Kirguistán excepto los taxis compartidos. Aún no hemos perdido la esperanza.
Bajamos del coche y nos parece estar en la Luna. Estamos solos y no se ve nada ni nadie en el horizonte. No hay árboles ni ningún tipo de vegetación solo las montañas de diversos colores a lo lejos. Según el mapa tenemos que seguir el cauce de un río pero solo encontramos un pequeño desnivel cubierto de piedras afiladas por donde algún día en el pasado discurría el agua del deshielo. Después de unos kilómetros divisamos a un pastor con un gran rebaño de ovejas y una precaria casa en una de las laderas de las montañas.
Caminamos unos ocho kilómetros por el valle hasta que se desata una tormenta. Desaparece el sol bajo una gruesa capa de nubes y al momento empieza a llover. Con la fuerza del viento, las gotas de agua nos golpean como si fueran cubos de agua. Iniciamos el regreso contra el viento y el agua y, tan repentinamente como empezó la tormenta, termina. Vuelve a brillar el sol que seca nuestras chaquetas en unos minutos; y empezamos a sudar a chorros. Al llegar de nuevo a la carretera no se divisa ni un solo vehículo (mala señal para el camino de regreso de hoy); caminamos unas dos horas hasta Murgab sin haber visto ni un solo vehículo en ninguna dirección (mala señal para los planes de autostop del día siguiente). Llegamos cansados, sudados y sin esperanzas de conseguir autostop hacia Kirguistán.
De Murgab a Sary Tash
Sin esperanza en el autostop nos fuimos directamente al lugar desde donde salen los taxis compartidos. Sabemos que el precio es entre 150 y 200 TJS (entre 14 y 19 euros) y que tenemos que buscar coches con matrículas kirguizas. Al llegar, la mayoría de los vehículos van hacia Khorog y el único que hace la ruta hasta Kirguistán nos pide 500 TJS (47 euros). Nos dan montones de excusas estúpidas para convencernos de que es el precio que pagan todos aunque le decimos que sabemos que no es así, siguen dando explicaciones ridículas. Las horas pasan y no muestran ningún interés en nosotros y en otra pareja (de Eslovenia) que se nos ha unido. Al final cansados (ellos y nosotros) nos dicen que tenemos que pagar más porque somos turistas blancos. Indignado le explico que si compra un billete de tren en Uzbekistán (por poner un ejemplo), él, un uzbeko y yo pagaríamos lo mismo; si ellos no disponen de tarifas fijas es su problema. Nosotros disponemos de tiempo y si él no acepta el precio real, el problema será suyo ya que no hará ningún recorrido este día y en consecuencia no ganará dinero.
Para sorpresa del conductor, nos vamos de regreso al hostal. Le explico que toda esta codicia solo le ha llevado a perder un día de trabajo. Horas más tarde aún nos lo encontramos por las calles y nos rebaja el precio hasta 300 TJS; yo con una sonrisa en la cara le digo que su rebaja es patética y que ya perdió su oportunidad por ser un completo idiota y un timador.
Volvemos (junto con los eslovenos) al guesthouse de Tulfabek desilusionados (una vez más) por la mafia del transporte y por los kirguizos. Por el camino nos encontramos con otra pareja de turistas y nos alojamos todos con Tulfabek que al contarle lo sucedido, promete ayudarnos a conseguir transporte para el día siguiente. Ya que somos seis personas debería resultar más fácil negociar.
Por la mañana Tulfabek aparece con un conductor. Por supuesto kirguizo que nos ofrece llevarnos por 300 TJS… hasta Tulfabek le mira con cara de sorpresa. Solidariamente nos reímos y le decimos empleando otras palabras que somos blancos y turistas pero no somos idiotas… Una hora después regresa (no ha encontrado ningún otro pasajero) y nos ofrece llevarnos por 200 TJS (por fin el precio real)… Ni nos lo pensamos dos veces, todos aceptamos contentos por salir del alcance de la mafia de taxistas y por no haber cedido a su presión para timarnos…
Kirguistán… allá vamos (de nuevo).
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Víctor
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