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Alichur

Pamir Highway (2) Alichur

Esto es Alichur. Un asentamiento de pastores nómadas que se convirtió en un pueblo. No hay nada aquí. No hay razón para quedarse. Solo los camioneros paran a dormir en su propio camión o para comer algo en el único restaurante aparte de un par de homestays que también sirven comidas. Los jeeps alquilados por turistas apenas le dedican una corta parada antes de continuar lo antes posible hacia Murgab. Los ciclistas y algunas personas como nosotros le dedican más tiempo aunque sea para descansar de las duras condiciones del viaje.

Después de negociar difícilmente con el propietario del homestay y su falta de ganas de entendernos, acordamos el precio solo por dormir, sin desayuno, comida y cena. La habitación simple con dos camas y el baño exterior típico no era un problema para nosotros; la completa falta de interacción con la familia (a veces ni saludaban) era una desilusión. Los propietarios del Umar Guesthouse son kirguizos como la mayoría de los habitantes de Alichur. Los kirguizos no descienden de los persas como los tayikos y, en términos de hospitalidad, no hay punto de comparación. 

A la hora de la cena nos sentamos en el salón. Hay un motorista alemán recuperándose de una caida que tuvo hace un par de días. Al ver su cena nos alegramos de no haber pagado por ella: un pequeño tazón de sopa con una patata y un trozo de hueso con algunos restos de carne correosa, pan, mantequilla y mermelada que siempre están sobre la mesa. Nos miramos con la esperanza de que al día siguiente algo haga que merezca la pena quedarse el día completo que tenemos planeado. Queremos darle una oportunidad a Alichur a pesar de que muchos nos lo hayan desaconsejado.

Un día en Alichur

Por la mañana esperamos a que el sol caliente. Sopla bastante viento y si no estamos a pleno sol, hace frío. Estamos a 4.000 metros de altitud en la ciudad más fría de Tayikistán con temperaturas cercanas a los 60 grados bajo cero en invierno. Según nos cuentan, el último invierno muchos animales murieron, no pudieron soportar los 54 grados bajo cero que llegaron a marcar los termómetros. Es difícil de imaginar cómo es la vida aquí durante los inviernos. ¿Cómo sales de casa a ocuparte de los animales? ¿Cómo vas al baño? ¿Cómo asomas la nariz al exterior? 

Paseamos por el pueblo. Las pocas personas que vemos son de marcados rasgos orientales y vestidos tradicionales kirguizos, no vemos tayikos. Alichur está formado por unas cuantas decenas de casas, aquí y allá vemos yurtas a medio montar y animales miremos donde miremos, sobre todo, yaks. Nos dirigimos hacia el río donde hay un gran grupo de ellos para fotografiarlos y, quizás, poder acariciarlos. Al momento aparece una mujer, la propietaria. En ruso nos comenta que ella es kirguiza pero que su familia lleva varias generaciones viviendo aquí. Nos invita a su casa a tomar té pero lo rechazamos por miedo a que el té se convierta en una comida completa que, quizás no puedan permitirse. Se puede ver que aquí como en Wakhan la gente no tiene mucho y no queremos causar molestias. La mujer acepta nuestras excusas y posa orgullosa junto a sus animales. Contentos de haber juzgado mal la hospitalidad de los kirguizos de Alichur continuamos nuestro deambular sin rumbo fijo.

Aliczur

En muchas casas están trabajando. Arreglan los desperfectos que el invierno causa cada año en los muros, ventanas y tejados. En otras montan yurtas especialmente para los turistas. Y todas sin excepción parecen tener una exposición de estiércol puesto a secar para usarlo como combustible; ni en Alichur ni en los alrededores se ve ni un solo árbol y la pobre y raquítica vegetación es el alimento de los animales.

Un joven tayiko nos saluda y comenzamos a hablar. Nos cuenta que están construyendo una habitación anexa para las visitas familiares y para algún turista eventual. Nos invita a entrar y tomar té (que rechazamos ya ni me acuerdo con que excusa) y continuamos preguntándole sobre todo lo que nos pueda contar. En Alichur casi el 80% de la población es kirguiza y aunque viven aquí desde hace generaciones no hablan tayiko. No sabemos cómo preguntar si hay una buena relación entre kirguizos y tayikos y nos quedamos con las dudas.

Alichur

Después de comer intentamos organizarnos el transporte a Murgab para el día siguiente. En el mismo restaurante nos explican que hay una marsrutka a las 7 de la mañana. Lo pensaremos como último recurso, queremos hacer autostop. Regresamos al guesthouse a descansar y salimos de nuevo una hora antes del atardecer. Hace un viento fuerte y helado pero a esta altitud y con las montañas rodeándonos por completo no queremos perdernos la puesta de sol. Dos enormes perros nos reconocen porque les dimos algo de pan y los huesos de nuestra comida, se acercan con la esperanza de recibir algo pero no llevamos nada comestible y se contentan con caricias y con seguirnos en nuestro paseo, jugando entre ellos y con nosotros. Hay momentos que parece que posen para nosotros.

Aliczur

Alichur

Tengo que reconocer que Alichur no es un lugar muy interesante aparte de la curiosidad de saber a quién se le ocurrió establecerse en un lugar tan aislado y hostil para la vida humana y animal, no ofrece nada de interés pero los paisajes son capaces de dejar con la boca abierta a cualquiera. 

Aliczur

Alichur

Aliczur

Alichur

Aliczur

Transporte a Murgab

Durante nuestros paseos por Alichur siempre íbamos echando un vistazo a la carretera para ver la cantidad de posibles vehículos que nos lleven en autostop, decepcionante. A lo largo del día solo vimos pasar un solo vehículo además de los camiones que ya no nos interesan porque pasado Alichur se desvían para cruzar a China y no van hacia Murgab. Así que “reservamos” un par de asientos en la marsrutka de las 7 de la mañana y quedamos que pasarían por nosotros en la misma puerta del restaurante. 

Puntuales. Unos minutos antes de las siete, estamos en la puerta del restaurante. Media hora después seguimos allí, esperando. A lo lejos vemos una pequeña furgoneta, le hacemos señas, gritamos pero ni siquiera aminora la velocidad al pasar cerca de nosotros. Mala señal. De repente un coche se para a nuestro lado, tres hombres que buscan donde desayunar. Les indicamos donde están los guesthouse que sirven comidas y, dejándonos un melón de regalo, se van en busca de comida. Pasan diez minutos, allí seguimos. Vemos el coche de nuevo, no han encontrado a nadie dispuesto a prepararles algo para comer. Cruzamos unas cuantas frases y después de acomodar nuestras mochilas entre decenas de melones… ¡¡¡nos vamos hacia Murgab!!! 

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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