Litang. En moto por tierras tibetanas
Me gustan las motos. Me encantan las motos. Cuanto más potentes, mejor. ¿Y a ti?
Ir en moto no es cuestión gustos. Es una de esas cosas que, o te encanta o la odias. No tiene término medio.
Desde que leí hace muchos años Los viajes de Júpiter de Ted Simon se me metió en la cabeza hacer un viaje en moto. Nunca lo he hecho pero no lo descarto. Por supuesto que no. Quizás compremos una para recorrer Sudamérica o Norteamérica o las dos en un futuro no tan lejano.
Cuando conocí a Kasia alquilamos una para recorrer el Valle Sagrado en Perú. Era su primera vez en moto y se enamoró tanto que repetimos en la isla de Rapa Nui. Siempre que podemos alquilamos una moto…
Un trasto oxidado en la Isla de Qeshm en Irán.
Una clásica Royal Enfield en Ladakh (India).
El último alquiler fue en tierras tibetanas para ver los alrededores de Litang.
La ciudad de Litang
No hay mucho que contar sobre Litang que no se haya escrito ya en Internet. A más de 4.000 m.s.n.m. El monasterio de Chöde con más de 400 años de antigüedad y hogar de más de mil monjes. Lugar de nacimiento de importantes figuras del budismo y del séptimo y décimo Dalai Lama (por cierto el de ahora es el decimocuarto). Uno de los pocos lugares donde aún se sigue practicando el entierro celestial.
Quitando el monasterio, Litang no es gran cosa. Una ciudad con sus calles muy bien trazadas y bastante acostumbrada al turista local y extranjero. Aún así se siguen viendo muchas personas vestidas con ropas típicas ya que los alrededores están poblados por cientos de nómadas que acuden a la ciudad a vender los productos derivados de su ganado y comprar lo que necesitan para vivir. No van a caballo o montados en yaks. Estamos en el siglo XXI y ellos también. Tienen teléfonos y TV y cada familia tiene una o más motocicletas para desplazarse a la ciudad y, como en Mongolia, las utilizan para controlar y desplazar sus ganados.
Alquilar una moto en Litang
Nos reunimos con Irene y Dominique, una pareja de suizos que conocimos en Kangding y Tagong y alquilamos un par de viejas motos de 200cc. para recorrer los alrededores de Litang.
Hay pocos hostales que admiten extranjeros. Están en la calle principal al lado de la estación de autobuses o en la calle enfrente de la estación; la misma donde está la tienda que alquila motos. No tiene pérdida aunque, quizás, te cueste un poco ser atendido por los dependientes que estarán comiendo y/o viendo la TV.
Cuando consigas su atención te dirán que el precio es de 100 yuanes por día pero es bastante fácil regatear y llegar a unos 80 yuanes. Si eres duro la puedes conseguir por 70.
Primero decidimos salir de la ciudad por donde habíamos llegado para fotografiar unos cuantos yaks desde cerca. Los alrededores de Litang son extensos prados poblados por nómadas y cientos de yaks.
Cuando nos cansamos de fotografiar yaks, cruzamos la ciudad y salimos hacia el otro lado siguiendo el río. Lucía el sol pero a esa altitud y en moto, el frío nos hacía parar de vez en cuando para entrar en calor. Cruzamos praderas y algún pequeño pueblo. Al pasar Henixiang divisamos una gran estupa en la distancia y, por fin, fijamos nuestro destino.
Aparcamos al lado de un campamento de nómadas. Unos cuantos niños que no habían visto el jabón en varios meses nos rodearon curiosos y sonrientes. Los perros ladraban sin parar, advirtiendo de la cercanía a sus dominios. Rodeamos la estupa como marcan sus creencias, en el sentido de las agujas del reloj y todas las mujeres y niños que estaban allí nos sonreían, probablemente pensando en qué hacíamos nosotros allí.
No podíamos seguir mucho más. Ciento y pico kilómetros más adelante empieza la Región autónoma del Tíbet para la que se necesita un permiso especial. Así que volvimos con las correspondientes paradas para volver a sentir los dedos de las manos.
De momento ha sido nuestra última excursión en moto pero estoy 100% seguro de que habrá más.
¿Aceptas un consejo?
En muchas guías encontrarás la misma recomendación: Tian Tian Restaurant.
Su dueño, Mr. Zheng te dará mucha información sobre qué hacer y ver en la ciudad y en la pared hay un pequeño mapa dibujado en que está todo muy bien señalizado.
También se dice que tiene el único menú en inglés de la ciudad aunque bastante básico. Sólo una vez comimos allí. Fue la segunda y última vez que comimos mal en China. Los noodles estaban muy pasados y el resto de los ingredientes estaban recalentados; algo impensable en China.
A lo largo de la misma calle hay decenas de restaurantes donde comer mejor y más barato. Si no te atreves a pedir algo del menú sin saber qué es, siempre puedes utilizar la “chuleta” que hay al final de nuestro anterior post: Sabor de China.
Personalmente te recomiendo que te arriesgues. Cierra los ojos y señala algo del menú. Causarás sonrisas, saludos y quizás conversación entre los chinos presentes que no te habrán quitado el ojo de encima desde que entraste por la puerta del restaurante.
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Víctor
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