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Jiva

La milenaria Jiva en mitad de la nada

Cuando salimos de las calles repletas de tiendas de recuerdos y nos adentramos por donde viven los locales, me parece haber retrocedido en el tiempo. Construcciones simples de adobe y piedra. Si no miro hacia arriba y veo los tejados de chapa, puedo pensar que estamos muchos siglos atrás. Ovejas, gallinas, niños jugando en las calles de tierra y mujeres y hombres sentados en las puertas de sus casas charlando con los vecinos. 

Estamos en algún lugar, en mitad del desierto. Más cerca de Turkmenistán que de cualquier ciudad uzbeka, estamos en la milenaria Jiva.

Tren de Tashkent a Jiva

Desde Tashkent, la capital de Uzbekistán, fuimos durante 14 horas de tren hasta Jiva. Ya sé que suena muy duro pero no lo fue. Viajamos durante la noche en un compartimiento para cuatro. Como siempre en estos casos, elegimos las literas de arriba para evitar que los que duermen arriba suban, bajen, se muevan y no te dejen dormir si ocupas la litera inferior. A medianoche subieron nuestros compañeros de compartimiento que resultó ser una pareja con dos hijas pequeñas. La pequeña lloró un par de veces de madrugada despertándonos pero teniendo en cuenta que tenía año y medio y la duración del viaje, se comportó muy bien.

Al salir de la estación a la avenida que lleva hasta la ciudad vieja, no vimos edificios “normales” sino minaretes, cúpulas, arcos. Todo de color arena. Son nuevas construcciones. Serán tiendas, hoteles y restaurantes pero han querido conservar la estética del la ciudad vieja y lo han conseguido. Andando a pleno sol con las mochilas cargadas no nos damos cuenta del calor sofocante, solo pensamos donde estamos, en lo que nos rodea, en la Ruta de la Seda, en la milenaria Jiva y en que nos sentimos especiales por estar aquí.

La milenaria Jiva en mitad de la nada

La milenaria Jiva. Aquí estamos, donde hace años que queríamos estar. Quizás el nombre de Jiva no te suene de nada. Quizás cuando piensas en Uzbekistán, solo acude a tu mente una ciudad: Samarcanda. Quizás ni siquiera sabías que Samarcanda está en Uzbekistán pero estoy seguro de que alguna vez habías oido hablar de ella. Samarcanda es como Babilonia, Constantinopla, Alejandría… todos las hemos oido nombrar. 

Aunque el solo nombre de Samarcanda me atrae, volvamos a Jiva que también ejerce su atracción sobre nosotros. Nos atrae no solo por ser una ciudad milenaria, histórica; no solo por estar anclada en mitad de la nada en el desierto como la iraní Yazd; sino porque no muchos turistas la visitan en su recorrido por este país o por Asia Central. Jiva es la pequeña olvidada. Algunos le dedican unas horas, otros un día entero pero son pocos los que se quedan más de un día. A nosotros nos gustan esos lugares donde la gente no se queda o solo le dedica unas horas. Así que, gracias al Meros B&B que nos invitó, nos quedamos tres días con sus tres noches para empaparnos de un área de menos de 900 metros de largo por menos de 600 metros de ancho.

Jiva

Visitando Jiva

Visitar Jiva es fácil. Todo está cerca, porque la ciudad vieja es pequeña y compacta. Hay cuatro entradas cuyo nombre coincide con su punto cardinal (norte, sur, este y oeste). Son muy útiles como puntos de referencia aunque el Minarete Kalta es el mejor punto orientativo ya que es visible desde todas partes.

Todas las mezquitas, palacios y madrazas de la ciudad vieja situada intramuros han sido reconvertidos en museos a los que solo se puede entrar pagando la entrada. Aún así, si paseas y te fijas bien aún es posible encontrar talleres de artesanos (trabajando la madera o el metal) escondidos detrás de las decenas de puestos con souvenirs para el turista. 

Jiva

Salir temprano al poco de amanecer y ver como se reflejan los rayos del sol en los azulejos que cubren cúpulas y fachadas. Ni siquiera hace falta madrugar mucho para tener la ciudad para ti; los somnolientos vendedores de souvenirs abren o montan sus puestos a partir de las nueve. Después de las once, el sol del desierto puede agujerear tu ropa, tu piel y lo que se ponga por delante. Lo mejor es volver a tu habitación o buscar un restaurante con terraza cubierta y dejar pasar las horas con un buen libro y unas cervezas.

Al atardecer se puede subir a la muralla que limita la ciudad vieja y contemplar los minaretes y las cúpulas con esa luz característica del sol ocultándose tras el horizonte o simplemente pasear por lo alto de la muralla y ver la ciudad desde otra perspectiva. Aunque es algo que hace cada turista, te sientes especial sabiendo que estás paseando sobre unos muros que fueron construidos hace 2.000 años.

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Jiva

Reconstruyendo la historia en Meros B&B 

En la calle la temperatura pasa de los 40 grados. Estoy sentado en la terraza de la habitación, a la sombra, siento una tenue brisa mientras me tomo un café y pienso en la conversación que hemos tenido con el dueño del Meros B&B.

El padre (fallecido hace poco más de un año) del dueño fue uno de los encargados de la reconstrucción y conservación del patrimonio de Jiva. Concretamente él y el equipo a su cargo se encargaban de la restauración y conservación de las pinturas; tanto en los azulejos como en paredes y techos. Fíjate bien que he escrito restauración, esto quiere decir que cuando algo está en mal estado se restaura; NO se cambia por uno nuevo por muy buena que sea la imitación. 

Después de años de trabajo para el gobierno de la ciudad, se jubiló y transformó su casa familiar en un pequeño homestay que fue creciendo hasta convertirse en lo que es hoy en día pero algo lo diferencia de otros alojamientos… aquí los techos están pintados con los intrincados y tradicionales diseños que encontrarás en el interior de las mezquitas, madrazas y mausoleos. Y está hecho a mano. Por muchas manos diferentes. Por las mismas manos que restauraron Jiva. Por esas manos que cada año quedan menos… 

Cada invierno empiezan la dura tarea de repintar uno o dos de los techos del Meros B&B pero apenas quedan algunos de los “maestros” que tienen los conocimientos, las habilidades y la paciencia necesarias. Unos murieron, algunos emigraron, otros son muy mayores y la vista o el cuerpo les falla y otros pocos lo olvidaron después de años dedicándose a otras tareas.

Si vienes a Jiva aunque no te alojes en Meros B&B, entra para echar un vistazo. De hecho puedes pedirte algo para beber o comer y subir (atravesando varias estancias) hasta la azotea a sentarte para contemplar la ciudad vieja o la muralla que está a menos de cincuenta metros.  

Durante los tres días que estuvimos, seguí pensando en todo lo que nos contó el dueño, mirando los techos de cualquier estancia, el techo de la terraza, el techo de la habitación, la entrada…

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El rincón práctico

Todo en Jiva está cambiando. Se está preparando por la explotación turística a gran escala. Probablemente será demasiado porque Jiva es pequeña, tan pequeña que será incapaz de albergar el turismo que visita Bujará o Samarcanda. O sea que date prisa en venir…

¿Cómo llegar?

Como parte del plan de desarrollo turístico, desde hace poco, se puede llegar a Jiva en tren directo. Ya no es necesario cambiar de tren en Urgench. El tren empieza en Tashkent y termina en Jiva, pasando por Samarcanda y Bujará.

Nosotros fuimos desde Tashkent a Jiva en un compartimiento de cuatro camas y pagamos 21.5000 UZS (22 euros). Los billetes se pueden comprar online en la web oficial de ferrocarriles de Uzbekistán (solo aceptan VISA) o en la oficina de cualquier estación de trenes.

¿Dónde dormir?

Es difícil encontrar alojamiento barato en Jiva ya que la mayoría de las acomodaciones se encuentran dentro de la ciudad vieja. Cada día se abren más y más pero sigue sin haber para presupuestos bajos.

Nosotros recomendamos el Meros B&B, no solo porque nos invitó sino por su estándar, su calidad, sus servicios, por la agradable e interesante conversación con el dueño y sus consejos y por la azotea donde cenar o tomarte una cerveza con vistas a la ciudad vieja y a pocos metros de la muralla que la rodea. Merece la pena invertir un poco para obtener todo esto.

¿Dónde comer?

La verdad es que no probamos muchos lugares ya que el primer día encontramos un restaurante bueno, bonito (muy bonito) y barato (dentro del estándar de la ciudad). El Terassa Café tiene unas cuantas mesas en la azotea cubierta con vistas a la ciudad vieja. La comida es muy buena y el servicio puede llegar a serlo, no es muy rápido pero es eficiente y entiende algo de inglés; por si tu dominio del ruso está por debajo del nivel cero. Recuerda pasar antes y reservar mesa si quieres cenar al atardecer.

Fuera de las murallas de la ciudad, entre la puerta norte y la oeste, hay un gran supermercado bien surtido donde comprar de todo. En Maps.me está marcado como Supermarket Gastronom. Allí compramos una garrafa de agua de ocho litros para ir rellenando nuestra botella ya que el agua del grifo incluso hervida tiene muchísima cal. En un par de veces que lo hicimos, la resistencia eléctrica que utilizamos quedó cubierta de una capa blanca incrustada.

Entrando por la puerta norte hay una pequeña tienda (con un banquito fuera para sentarse) que vende botellas de medio litro de cerveza fría por 10.000 UZS (1 euro).

Dinero

Hay algunos cajeros automáticos dentro de la ciudad vieja pero no sé si dan problemas o no. Nosotros teníamos efectivo e íbamos cambiando cuando necesitábamos. El mejor cambio de todo Uzbekistán lo encontramos en Jiva, muy cerca del Terassa Café. Entra en Mohammed Rakhim Khan Madrassah y a la derecha hay una pequeña oficina de cambio de divisas, si no la encuentras pregunta por “change money” a los vendedores de la entrada de la madraza, ellos te indicarán amablemente.

¿Cuánto cuesta entrar a Jiva?

Desde hace unos meses entrar a Itchan Kala o ciudad vieja cuesta dinero, incluso para los que viven allí (¿?) pero es fácil evitar pagar esa entrada… por lo menos de momento.

Las taquillas para comprar la entrada están en la puerta oeste pero en las demás puertas AÚN NO han puesto tornos giratorios ni gente que controle quien entra o sale.

Ya no se pueden comprar entradas de cada lugar para ver lo que te interesa, solo entradas generales que te dan acceso tanto a la ciudad vieja como a todas las “atracciones”. Si eres de los que les gusta visitar todos y cada uno de los lugares que salen en las guías, es una buena noticia para ti pero; si solo quieres visitar los lugares que realmente te interesan, resulta imposible.

Hay dos tipos de entrada pero no hay ningún ahorro. La normal cuesta 100.000 UZS (10 euros) y durante dos días tienes acceso a todo excepto al minarete de la mezquita Islam Khodja, el minarete de la mezquita Juma y al Mausoleo de Pahlaven Mahmud. La entrada a estos tres últimos puedes pagarlos por separado: 15.000 UZS cada uno de los minaretes y 20.000 UZS el mausoleo. El segundo tipo de entrada cuesta 150.000 UZS (15 euros) y puedes entrar a todos los lugares incluyendo los dos minaretes y el mausoleo. Con unas matemáticas básica verás que a la larga compres lo que compres, no te ahorras nada. 

De ti depende si quieres ver cada museo, madraza y minarete o si prefieres pasear, ver la arquitectura desde fuera y perderte por los dédalos de calles sin asfaltar ni empedrar donde los habitantes de la ciudad vieja desarrollan su trabajo y su vida.

Chiwa

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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