Bujará, caravanserai en la Ruta de la Seda
Bujará o Bukhara… la verdad es que suena mejor la segunda; ese acento que le ponemos en castellano no me acaba de cuadrar. Me pasa lo mismo con el Valle de Ferganá (o Fergana), no sé si es porque hace años lo que leí sobre Uzbekistán era en inglés o en polaco y, ahora, esos acentos me resultan de lo más extraños y aunque los escribo, no los pronuncio. Bueno ¿por dónde iba? Ah, sí: Bujará, caravanserai en la Ruta de Seda.
Bujará, un poquito de historia
No te voy a aburrir con historia por si eres de los que no le interesa. Si eres un aficionado a la historia de los lugares que quieres visitar, tienes Internet con infinidad de páginas sobre la historia de esta parte del mundo o para un resumen mucho más amplio que el mío… Wikipedia.
Bujará “nació” hace más de 2.000 años, de hecho en 1.997 el gobierno decidió (¿?) celebrar el 2.500 cumpleaños de la ciudad; aunque hasta el siglo VI no empezaron a construirse las murallas defensivas. Bujará fue invadida, saqueada y destruida por decenas de diferentes pueblos y las murallas que hoy se mantienen en pie y la gran mayoría de su patrimonio arquitectónico datan del siglo XVI.
Bujará, en sus orígenes hace 2.500 años, fue el hogar de una gran comunidad de judíos. Sí, judíos. Aunque Uzbekistán y sus países vecinos son musulmanes, el Islam no es tan antiguo. Piensa que el próximo 1 de septiembre empezará el año 1441 para los musulmanes. Hoy en día aún quedan unos pocos hebreos en la ciudad y poseen un pequeño museo y una sinagoga que merecen la pena dedicarle una corta visita.
Bujará es el segundo lugar de peregrinación más importante para los musulmanes, después de La Mecca evidentemente. Aunque durante nuestra visita no vimos ni rastro de peregrinos. Quizás vengan para el año nuevo del islam, ramadán o nowruz (el año nuevo persa).
Apuesto lo que sea a que no conoces a Abū ‘Alī al-Husayn ibn ‘Abd Allāh ibn Sĩnã. Vale, yo tampoco reaccionaría a ese trabalenguas pero si te digo que es el nombre real de Avicena, quizás si te suene de algo. Avicena proviene de latinizar las últimas dos palabras de su nombre y fue un importante médico, filósofo, teólogo y científico nacido en Bujará hace un milenio. Algunos de los cientos de libros que escribió sobre medicina y filosofía siguen siendo importantes hoy en día, ganándose un puesto destacado a la vera de Aristóteles.
Bujará, caravanserai en la Ruta de la Seda
Para ver Bujará hay que perderse, hay que dejarse llevar por los sentidos. No hay que seguir ninguna ruta preestablecida. Todo está cerca. Todo está a simple vista. Las plazas, las mezquitas, las madrazas, los mercados y los espectáculos con luces o música al anochecer. Todo está ahí para el turista y para los locales.
La Plaza Lyab-i Khauz es el centro. De aquí fácilmente se puede ir a cualquiera de los monumentos de Bujará pero es algo más. Aquí, alrededor del estanque, está el restaurante más concurrido de la ciudad pero no son los turistas los que acuden; son ellos, los locales vienen a tomarse un chai (té) o a comer en familia o con amigos. Los niños se comen los helados comprados por sus abuelas mientras corren por todas partes. Los hombres juegan animadas partidas de dómino bebiendo litros de chai. Grupos de amigos y jóvenes parejas se sientan en los bancos a charlar. Esta plaza es un buen lugar para sentarse a la sombra y observar a la gente, tomarle el pulso a la vida de esta ciudad y esta cultura.
En los mercados se puede comprar de todo. Desde gorros de pelo con orejeras al más puro estilo soviético hasta camisetas de “I ❤ Bukhara” pasando por todo tipo de recuerdos de la época comunista, alfombras, joyería, artesanías y souvenirs típicos hechos en China. A veces puede ser difícil separar lo fabricado en cadenas de producción y lo verdaderamente artesanal pero es posible encontrar algún recuerdo que merezca la pena. Incluso los locales compran sus telas y alfombras en estos puestos… síguelos que ellos sabrán donde está lo bueno.
Pero lo mejor de Bujará, aunque a la vista, está escondido. Paseando por sus calles encontrarás algunas entradas a patios. Esos patios son antiguos caravanserais convertidos unos en diferentes talleres de artesanos, otros en exposiciones de arte y fotografía o, incluso, en restaurantes como el Mavrigri donde disfrutamos de la comida más barata y deliciosa de la ciudad cómodamente en nuestro tapchan.
No te voy a describir uno por uno los monumentos de Bujará. Hay muchas mezquitas, madrazas, mausoleos y minaretes. Tantos que es imposible acordarse de todos. Si quieres esa información la tienes en miles de páginas en Internet en todos los idiomas que quieras. Solo te voy a recomendar dos lugares.
La Mezquita Bolo-Jaus nos gustó porque es diferente. Tanto el techo como las estrechas columnas de la entrada son de madera. Suele ser olvidada por muchos ya que se encuentra enfrente del mayor reclamo turístico de la ciudad: el Ark.
El complejo Po-i-Kalyan es uno de los imprescindibles que nadie pasa por alto. Compuesto por el Minarete de casi 50 metros de alto y el más famoso de la ciudad, la Madraza Mir-i-Arab en la que se sigue impartiendo clase y la Mezquita Kalyan. Para disfrutar de este complejo necesitas tiempo, paciencia y curiosidad. Tienes que venir varias veces a diferentes horas del día; el decorado, la gente paseando y el juego de luces cambia en cuestión de un par de horas. El guardia de la entrada a la mezquita ya nos saludaba. La entrada cuesta 6.000 UZS (0,60 euros) por persona y 2.000 UZS (0,20 euros) por la cámara y es valida durante dos días. Aunque costara mucho más hubiera merecido la pena. La historia cuenta que Gengis Khan la vio tan bonita que pensó que era el Palacio del Emir en lugar de una mezquita y la mandó quemar hasta los cimientos, solo respetó el Minarete.
¿Y tú? ¿Conoces Bujará? ¿Recomiendas algo más a los que no quieren ver cada monumento?
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Víctor
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