Tayikistán: recorriendo Wakhan (4) Tuggoz y Yamchun
No fue nada fácil despedirse de Raim y su familia. La hospitalidad y la amabilidad que nos ofrecieron es algo que nunca olvidaremos. Personas pobres dispuestas a llevar a unos desconocidos bajo su techo y ofrecerles todo lo que tienen. Derramamos muchas lágrimas de esas de alegría de las que escribí aquí. Desagraciadamente las despedidas son algo a la orden del día cuando viajas aunque nunca llegamos a acostumbrarnos. Hoy nos hemos fijado como destino el pueblo de Tuggoz, a tiro de piedra de dos de las mayores atracciones turísticas en Wakhan: las fuentes de aguas termales de Bibi Fátima y las ruinas del Fuerte de Yamchun.
Recorriendo Wakhan a pie
El camino discurre entre árboles a ambos lados que nos ofrecen una muy deseada sombra aunque hay tramos donde desaparece la vegetación y el sol de principios de julio nos castiga sin piedad. Cada hombre, mujer y niño que nos ve nos saluda y nos da los buenos días. Muchos de ellos nos ofrecen entrar a sus casas a tomar té pero ya sabemos que pasa si aceptamos: tendríamos que quedarnos en Wakhan durante semanas, meses, años…
Al otro lado del río Panj hay un desierto constante o la pared del Hindu Kush se levanta casi desde la misma orilla. Pocas veces hemos visto alguna casa en el lado afgano, algún animal, alguna persona. Parecen mundos paralelos que discurren en diferentes épocas. Tan cerca y tan lejos. Pensar que desde Tayikistán, donde estamos podemos ver justo enfrente Afganistán y, en menos de treinta kilómetros en línea recta, Pakistán; aunque nos resulta imposible diferenciar los dos países entre tantas montañas.
Un par de coches que pasan se ofrecen a llevarnos pero declinamos la oferta, explicando que tenemos tiempo y que preferimos andar para disfrutar del paisaje. Extrañados continúan su camino. Varios jeeps con turistas nos adelantan o se cruzan en nuestro camino sin siquiera aminorar la velocidad para evitar darnos una ducha de arena. Tienen demasiada prisa, tienen que recorrer todo el Corredor de Wakhan y ver todas las atracciones en un día y medio (una noche en Ishkashim y otra en Langar). Por un lado me da pena porque no van a poder experimentar la hospitalidad de sus gentes pero, por otro lado, me alegro. Me alegro de que la mayoría de los turistas recorran Wakhan de ese modo, ya que, así nos dejan espacio y los habitantes no están hartos de que los turistas les metan las cámaras y los teléfonos delante de la cara.
Cuando se acaban los árboles que bordeaban la carretera, la caminata se hace más dura. El sol ardiente y los bancos de arena del camino dificultan cada paso que damos. A lo lejos divisamos una construcción y al acercarnos vemos que están construyendo una casa justo encima de una tubería que canaliza el agua de algún manantial de agua mineral. Llenamos la botella y al beber nos sorprendemos: está helada, tiene gas y sabe como si chuparas una piedra. Aún así es muy agradable disponer de agua tan refrescante.
Las horas pasan rápido y los kilómetros recorridos lentamente. Llevamos un poco más de 20 kilómetros y tenemos por delante otros 10 kilómetros de carretera desierta cubierta únicamente de arena y piedras. Vemos un pequeño grupo de árboles y decidimos esperar a que pase alguien para que nos lleve. Son las tres de la tarde y no se ve nada en el horizonte. Esperamos. Dos niños salen de una casa cercana y se nos acercan pidiendo una fotografía; poco después aparece una mujer desde la misma casa y en el momento que nos ofrece té, aparece un coche. Ni siquiera le hacemos gestos para que pare. Saludamos. ¿A Tuggoz? ¿Cuánto? El conductor se encoje de hombros y contesta: no lo sé. Nada. Subid.
En escasos minutos el conductor nos deja en la intersección. Le damos 20 TJS (un par de euros) pero no quiere aceptarlos. Insistimos diciendo que si los locales que casi no tienen nada pagan, nosotros también pagamos.
Tuggoz, Akim Guesthouse
Aunque todos los que visitan Yamchun recomiendan quedarse en el Akim Guesthouse, realmente está en Tuggoz, a un kilómetro y medio de subida desde la carretera. Después de la espera de media hora y el corto trayecto en coche, nuestras piernas pensaron que se había terminado por hoy y ese kilómetro y medio por la empinada cuesta nos cansó como si hubiesen sido cinco.
Nos enseñaron la habitación pero el precio fue como un cubo de agua helada. Después de una corta negociación, las dos partes aceptamos. Esta es la primera casa en la que estamos donde se aprecia que no les falta dinero. Es bastante grande y han añadido varias estancias: un gran salón y habitaciones para huéspedes, en el baño exterior tiene una ducha. También es visible en el gran y abundante huerto. Entre sus animales se pueden ver gallinas, patos, cerdos, vacas, conejos, pavos… gracias todo esto se puede decir que, en Wakhan, es rico.
Akim está jubilado, tiene 69 años. Fue profesor. Se graduó en Filología rusa en Moscú. Vive con su mujer, su nuera y dos nietos. Sus hijos también son profesores pero trabajan en Dusambé y, evidentemente, en Rusia. Su nuera habla inglés a la perfección; es la profesora de inglés en la escuela primaria de Tuggoz.
Ha sido un día duro y nos quedamos en la terraza del guesthouse hablando con Akim. Al mencionar que pasamos la noche anterior en casa de Raim en Zong, nos pregunta si tiene problemas en un ojo y necesita cirugía. Sorprendidos contestamos afirmativamente. ¡Es mi sobrino! Nos dice Akim con una sonrisa. Todos nos miramos y pensamos: ¡qué pequeño es el mundo! Después Kasia y yo pensamos que no debe haber mucha relación entre tío y sobrino si uno de ellos está tan necesitado y el otro tiene dinero de sobra.
Mientras hablamos las mujeres están preparando la masa para hacer pan en un horno que construyeron hace un par de años en el patio. Harina, agua, levadura y sal en las proporciones correctas dejadas a reposar han crecido como deberían. Encienden el horno de leña y separan la masa en pequeñas porciones. Una media hora después las porciones de masa están en su punto y el horno a la temperatura adecuada. Las dos mujeres ni siquiera tienen que decirse nada, están sincronizadas y cada una sabe lo que tiene que hacer. La suegra prepara las porciones sobre una especie de cojín y se lo entrega a la nuera que, protegida con varias capa de ropa y un fino pañuelo sobre la cara, se humedece las manos desnudas, se inclina y pega los panes en las paredes del horno. Tienes suerte ya que Kasia tuvo la oportunidad de documentar gran parte del proceso…
El Akim Guesthouse se ha convertido en el lugar donde todos se hospedan. Lo bueno es que Akim y su mujer hablan ruso y su nuera, inglés. Puedes tener una agradable conversación con ellos, pueden explicarte muchas cosas y contestar a todas tus preguntas. Lo malo es que ya no hay la interacción que puedas tener con alguien que te invita a su casa (aunque también dejes dinero); a la hora de la cena, nos la sirvieron en una mesa y ellos se sentaron en el otro lado del salón a cenar y a ver la TV. Akim ya tiene (en términos de Wakhan) dinero suficiente y está más que acostumbrado a los turistas. Estoy seguro que si preguntas en cualquier otra casa si puedes quedarte a dormir, no te dirán que no y el dinero que les des les vendrá mucho mejor que a Akim. No me malinterpretes, no tengo nada en contra de Akim pero pienso que es mejor apoyar a cualquier otra familia más necesitada o a alguien que esté empezando a montar un guesthouse. En tu mano está la decisión…
Yamchun Fort
Al día siguiente temprano salimos con intención de visitar el Yamchun Fort. Vamos tan fascinados por las vistas que perdemos el rastro. Abriendo paso entre arbustos. Atravesando patios traseros y huertos. Cruzándonos con vacas, burros y cabras. Preguntamos en una casa y (después de rechazar la invitación a tomar té) nos indican donde está el camino a seguir. Ya la vemos allí arriba, en lo alto, a 500 metros sobre el Valle de Wakhan. Solo queda llegar hasta ella cruzando algún que otro arroyo.
Finalmente llegamos a Yamchun Fort. Las primeras fortificaciones datan del siglo III a.C. aunque la mayoría fueron levantadas en el siglo XII. Ahora son solo ruinas. No hay guardia, ni valla, ni entrada que pagar. Todo el mundo puede subir y entrar a pasear entre los restos de los muros que siguen en pie pero nosotros estamos solos, tenemos la fortaleza y las vistas solo para nosotros. Es temprano y los eventuales turistas aún no habrán salido desde Langar o Ishkashim. Podemos pasear a nuestras anchas, podemos imaginar a los soldados que durante siglos cuidaron de su tierra desde aquí. No estoy seguro si es mejor que nadie cuide de ellas o que algún grupo de arqueólogos tayikos o extranjeros se pongan a reconstruirlas. A mi me gustan así, al natural.
Cuando nos cansamos de luchar contra el viento, nos despedimos de las vistas y regresamos al guesthouse a por nuestras mochilas. No visitamos los baños termales de Bibi Fátima porque ya estuvimos en unos baños en Zong y, además, nos gusta disfrutar de las cosas juntos y allí hombres y mujeres se bañan en turnos alternos. Nos despedimos de Akim asegurando que hemos estado en los baños y bajamos a la carretera a hacer autostop hasta nuestro próximo destino, Namadgut.
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Víctor
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