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Pa´ la costa del Mar Negro

Llegamos pasado el mediodía a una gran ciudad con mucho tráfico pero afortunadamente nuestro destino está antes de entrar en el centro de la ciudad. Cuando estamos delante de la puerta, baja Catalin a ayudarnos a subir las bicis con todos los trastos que llevamos. Él, su novia Stefana y uno de los gatos más cariñosos que he visto, Almos, nos acogerán durante tres noches y no una que teníamos prevista. Gracias a ellos tuvimos una tarde-noche de descanso, una de fiesta y una de trabajo en nuestro blog. Y muchos consejos sobre que ruta seguir por la costa del Mar Negro.

Después del primer día de descanso, nos llevaron a pasear por el jardín botánico, que si ahora es bonito en primavera tiene que ser espectacular, y luego nos fuimos de cañas y nos encontramos con un amigo suyo, Mihail. Cocinamos nosotros y acabamos todos cenando pollo con bacón y salsa de mostaza, ensalada griega y una gran tortilla de patatas, por supuesto, con cebolla. Hubo mucha cerveza, algún que otro licor casero y conversaciones sobre muchos temas, incluso, literatura ya que Mihail además de trabajar en una librería, resultó ser un gran fán de Arturo Pérez Reverte, uno de mis escritores preferidos. Al día siguiente, sin resaca, nos pusimos a trabajar en nuestras fotos y nuestro blog (ese día traduje el post de Kasia) y hablamos de la ruta a seguir hacia y por la costa.

Otro adiós que esperamos que no sea definitivo y otra vez en ruta. A pesar de que nos desaconsejan el tramo hasta Constanza porque no es bonito y hay muchas subidas y bajadas lo intentamos pero a los 25 kilómetros decidimos coger un tren de cercanías que nos lleva hasta Vaslui y pasar la tarde hasta las once y media de la noche que sale el tren a Constanza para llegar a las ocho de la mañana. En Vaslui nos sentimos bien, una chica nos ayuda a comprar los billetes de tren, nos vamos a un bar donde hacer tiempo hasta la noche y el dueño me invita a una cerveza y, por la noche en la estación, empezamos a hablar con una mujer (más en gallego que en español) que lleva 14 años viviendo en Lugo y las horas pasan un poco más rápido. Al llegar el tren nos ayuda con nuestros bultos y nos hace de intérprete con el revisor para saber dónde está el vagón para bicis que, a pesar de lo que nos dijeron en la taquilla, no existe. Las atamos una a la otra en la puerta para que molesten lo menos posible e intentamos dormir un poco entre parada y parada del tren. Una noche dura.

La mayoría de Constanza se cae a pedazos o dejaron las obras sin terminar. Oficialmente es una ciudad turística con cientos de hospedajes de todos los precios y pubs por todas partes pero no hay restaurantes normales, típicos, rumanos… Sólo encontramos pizza, hamburguesas, hotdogs o restaurantes libaneses, indios, vegetarianos. Kasia me dice que en Internet ha leído que el mejor sitio para comer pescado es un Irish Pub. ¿Estás de coña? Aún así, vamos a verlo: un bar de moda lleno de oficinistas durante su descanso para comer, música chill-out y de la carta puedo elegir entre marisco al estilo mediterráneo o salmón. ¿Para qué coño… vengo al Mar Negro? Al final comemos un plato de kebab y una gran ensalada de col en una taberna griega y salimos encantados.

Paseamos por el centro donde encontramos pubs, cafeterías y hoteles nuevos mezclados con edificios en ruinas desde hace años incluso en primera línea de la playa o en la Plaza Mayor pero lo que peor llevamos es la cantidad de perros callejeros en pésimas condiciones, la pobreza que se ve fuera del centro y la suciedad por todas partes excepto en los coches. Da la impresión de que tener un buen coche y, ante todo, limpio es la mejor señal de tu estatus económico aunque no te duches en una semana y tu casa se caiga a trozos mientras la basura se acumula delante de la puerta. Eso sí, para ello existen infinidad de lavaderos, uno al lado de otro y otro y otro.

Dejamos Constanza con Vama Veche en nuestro punto de mira porque no está explotado, solo hay algunos hippies y artesanos y es muy fácil acampar en la playa. Después de incontables subidas y pocas bajadas llegamos a una ciudad fantasma sólo habitada por perros que nos persiguen con bastante insistencia y con malas intenciones. Las decenas de hostales y pensiones están cerrados y en la playa las construcciones son precarias: las paredes son simples tablones de madera por los que se puede ver a través. Solo para el verano. Nos reguardamos del viento y las miradas indiscretas en la entrada de unos baños de discoteca tapiados a la espera de la siguiente temporada veraniega, afortunadamente sin el olor característico de estos sitios. Es pronto y hay gente trabajando cerca y unos niños/adolescentes que van jugando o buscando algo que hacer después de clase pasan muy cerca de donde estamos. Así que de momento solo cenamos unos bocadillos por miedo a que se acerquen los perros. Ni por esas, estando sentados se nos acercan dos o tres perros moviendo la cola y con la mirada llena de esperanza por conseguir algo de comida o una simple caricia. Nos quita el hambre y casi nos saltan las lágrimas. Ya de noche, montamos la tienda, no hace frío y nos quedamos fuera hablando de lo poco que nos ha gustado Rumanía (para gustos están los colores) y oyendo el rumor de las olas a quince metros de distancia. Mañana Bulgaria…

Rumunia

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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