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Kirguistán, De Bishkek A Osh

Kirguistán, de Bishkek a Osh

La carretera es una pesadilla. Muchos tramos en construcción, sin asfalto, grandes agujeros, gente cruzando por todas partes y coches girando o parando donde les apetece, sin ningún orden ni sentido. Por suerte, esto es solo el principio de los 700 kilómetros que nos llevarán de Bishkek a Osh, la segunda ciudad más poblada del país. Esos 700 kilómetros los recorreremos a lo largo de 12 horas. Los paisajes cambiarán. Las temperaturas oscilarán. Frío y sol ardiente. Mucho polvo y, al final, sudados, cansados casi exhaustos llegaremos. No es solo un viaje físico en el espacio sino cultural. Un viaje de la “occidentalizada” Bishkek a la tradicional Osh.

Te recomiendo que hagas esta ruta, al menos una vez, para ver cómo es Kirguistán.

De Bishkek a Osh

No hay autobuses ni trenes solo caros aviones que hacen esta ruta. Sin tu propio medio de transporte solo queda el autostop (que puede ser bastante difícil pero no imposible) o un taxi compartido, es decir coches normales que previo pago conducen un día en una dirección y al día siguiente, regresan. Siempre van llenos. Cada asiento cuenta. La hora de salida depende de cuando se llenan todos los asientos. Inexplicablemente en nuestro taxi, solo éramos tres pasajeros. Bien para nosotros: más comodidad.

Estamos en los últimos días de Ramadán y nuestro conductor es un fiel musulmán que hace ayuno desde la salida del sol (antes de las 5 am) hasta la puesta de sol a las 20:30. Durante esas horas nada puede traspasar los labios aparte del aire para respirar, no puede comer, ni beber, ni fumar, ni enjuagarse la boca y luego escupir el agua. De vez en cuando se echa agua con un pulverizador y se frota la cara y el cuello para no quedarse dormido. Se estira, sacude la cabeza e incluso se da suaves golpes en la cara. Cuando nos sentimos preocupados, le hablamos mitad en ruso mitad en inglés para ayudarle en su tarea de mantenerse alerta. A la hora de los rezos, nos pide permiso para detenerse quince minutos y cumplir con sus obligaciones religiosas. Por supuesto le decimos que sí. Es un descanso para todos.

El tiempo vuela, los kilómetros pasan lentos, los paisajes cambian rápido… es difícil de imaginar. Quizás las notas del cuaderno de Kasia te ayuden o te confundan más:

Paisaje rocoso + río (10:00 am)

Montañas + nieve + serpentinas cuesta arriba + nubes + túnel (frío, 3.000 metros)

Sol + vegetación + Valle de Suusamyr (calor)

Pastos + vegetación + caballos + yurtas (todavía calor)

Nieve a nuestro alcance + casi desierto de montaña + frío

Montañas altas + nieve (3.170 metros, 5 grados, 13:00)

Pastos verdes + árboles + arbustos + en todas partes miel en venta + vacas y caballos en la carretera (¡mucho calor! antes de las 14:00)

¿Ahora entiendes el surrealismo de esta ruta? 

trasa Biszkek - Osz

trasa Biszkek - Osz

trasa Biszkek - Osz

Al dejar atrás el ruidoso caos de Bishkek, las paredes rocosas nos rodearon mientras seguíamos el caudaloso río alimentado por el deshielo de los altos picos que nos servían de telón de fondo. Empezamos a serpentear hacia arriba. Las paredes rocosas quedaron atrás, más bien abajo. Ante nosotros verdes pastos que llegaban hasta los pies de las altas montañas que cada vez estaban más cerca. El coche escalaba con esfuerzo, el conductor reducía marchas y nosotros mirábamos embelesados las montañas nevadas que se nos echaban encima… llegamos al paso. Un descanso más para respirar el aire fresco a más de 3.200 metros de altitud que para estirar las piernas. Desafortunadamente no es la cima. Hay un túnel. Estrecho, largo, oscuro, sin ventilación… una pesadilla para cualquiera. Sabemos que muchos ciclistas hacen autostop para cruzarlo. Tres kilómetros después, vemos una pequeña luz fija que se agranda. Todos, incluido el conductor, sonreímos. Estamos al otro lado, ¿en otro mundo?

A este lado de la montaña ya no se ven nubes solo el cielo despejado color turquesa sobre un enorme valle verde que se abre hasta donde alcanza nuestra vista. Yurtas aquí y allá. Cientos de ovejas y caballos. Un par de campos de yurtas turísticas y decenas de puestos donde los pastores venden kumys y kurut. Ya habíamos probado estas delicias kirguisas y no son muy de nuestro agrado.

de Bishkek a Osh

trasa Biszkek - Osz

de Bishkek a Osh

Antes de darnos cuenta, el coche escalaba de nuevo. Los pastos, las yurtas y los animales desaparecieron y el paisaje se transformó. Paredes de roca. Seco. Niebla. Frío. Hielo. Nieve. También desapareció el cielo azul turquesa para dar paso a amenazantes nubes grises. Al llegar a lo alto de los más de 3.000 metros el termómetro marcaba tan solo 5 grados pero el viento helado que azotaba el paisaje inhóspito, creaba un ambiente mucho más hostil. Ni siquiera nos apeteció salir del coche. 

de Bishkek a Osh

de Bishkek a Osh

de Bishkek a Osh

trasa Biszkek - Osz

Poco después el termómetro pasó de 5 a 33 grados. Ni rastro de nieve solo árboles y campos cultivados con pequeñas casas cercanas. Por todas partes hay centenares de colmenas de abejas que producen (según dicen) la mejor miel del país. Algunos tramos de la carretera están sembrados de pequeños puestos que venden principalmente miel de sus propias colmenas. Y apareció, llenando todo el espacio de azules, el Lago Toktogul. Solo a lo lejos los marrones de las montañas y el Río Naryn. Sinuoso, ancho y rápido. Mientras avanzábamos sus aguas cambiaban del azul oscuro, pasando por varios tonos de azul, al verde esmeralda. 

de Bishkek a Osh

Cruzábamos la invisible frontera hacia el Valle de Ferganá. Las tierras más fértiles de todo Asia Central. Empezaron a aparecer, cada vez más, pequeñas aldeas que dieron paso a pueblos más y más grandes y, con ellos, gente. Gente diferente a la que vimos en Bishkek, gente diferente a la que vimos cerca de Issik-Kul. Sus rasgos y sus ropas son diferentes, son más tradicionales, más religiosos, más acogedores con las sonrisas que muestran. Estamos en tierras con una historia difícil. Las divisiones artificiales impuestas por la URSS entre 1924 y 1927. Conflictos étnicos. Disputas por las tierras de cultivo y por el agua. 

Osh, la otra capital de Kirguistán

A las ocho de la noche, después de doce horas de viaje, llegamos a Osh. Cansados y sucios pero felices. Desgraciadamente un virus que me tuvo enfermo durante cinco días en Bishkek, atacó a Kasia. En lugar de recorrernos la ciudad o bañarnos en la piscina del Hotel Sunrise Osh, que nos invitó a alojarnos durante cuatro días, nos pasamos la mayor parte del tiempo en la habitación. Kasia tosiendo, estornudando y bebiendo litros de té con miel kirguisa y yo escribiendo.

A pesar de todo, no podíamos perdernos el bazar. Aquí en el Valle de Ferganá, en la Ruta de la Seda, el bazar de Osh es otro mundo. No tiene nada que ver con el semiturístico bazar de Bishkek que, por cierto, se llama Osh Bazar. Paseando por el bazar te sientes en oriente. Olor a especias, jugosa miel, fruta fresca y frutos secos. Mucha gente de tez oscura y ojos verdes, azules, grises. Mujeres con largas trenzas, coloridos pañuelos y vestidos al más puro estilo uzbeco. Me sentía como si ya hubiera cruzado la frontera “oficial” de Uzbekistán. Aunque para ver todo esto tienes que adentrarte, perderte por los pasillos. La “calle” principal del bazar es Made in China: ropa, complementos y electrónica. Si sales de ahí, están los granjeros, los pastores, los zapateros, los joyeros, los mecánicos de bicicletas, los artesanos de madera, de metal, peleteros, carpinteros… 

Se respira tranquilidad en Osh. Son los últimos días del Ramadán. Las calles, por las tardes, están casi vacías. Todos están en casa contando los minutos hasta el atardecer. Los propietarios de los puestos de comida están preparándose para la avalancha que les espera. Nosotros estamos en la habitación con unas cuantas samsas que serán nuestra cena. Y así cada día. Por la mañana una visita al bazar o al Parque Navoi o a la estatua de Lenin, una de las pocas que quedan en pie en la vieja Unión Soviética. Antes del mediodía tenemos que resguardarnos del sol abrasador en la habitación y esperar a las seis de la tarde para salir a comprar algo para cenar, al anochecer hay largas colas en cualquier lugar donde sirvan comida.

Han pasado casi veinte años de los disturbios en Osh y casi diez de los últimos disturbios que se produjeron en el valle. No se ven tensiones étnicas. Por las calles de Osh pasean kirguisos, uzbecos y algún que otro tayiko. De momento viven juntos (pero no revueltos) en paz. Solo ellos saben si esta convivencia será duradera, yo espero que así sea. Aquí la gente es simpática y hospitalaria y me siento ansioso por llegar a nuestro próximo destino: Uzbekistán.

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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