Katmandú. Grandes expectativas por los suelos
Siempre que vamos a un nuevo lugar nos decimos el uno al otro que no deberíamos tener ninguna opinión, que tendríamos que ser imparciales o ignorantes como si nunca hubiéramos visto nada del mundo en el que vivimos, como si no supiéramos nada del lugar; para evitar caer en las odiosas comparaciones pero es totalmente imposible no tener aunque sean unas pequeñas expectativas de lo que nos vamos a encontrar gracias a (o por culpa de) Internet.
Katmandú, que empiece el caos
Al llegar al pequeño aeropuerto de Katmandú, empezó el caos porque no hay indicaciones por ningún sitio; el impreso que nos dieron para rellenar en el avión no sirve, nadie sabe nada. Después de hacer cola más de media hora hasta llegar a la ventanilla donde sólo se pagan las tasas para el visado, nos espera otra cola mucho más larga y lenta porque los nepalíes (no sólo los funcionarios) hacen todo en modo «superahorro de energía». Conseguir el visado nos llevó dos horas pero, mirando el lado positivo, no tuvimos que esperar en la cinta para recoger nuestras mochilas.
Cuando vamos a llegar tarde a un lugar nuevo solemos reservar algún alojamiento para no tener que ir buscando de noche, cansados y con cargados con las mochilas y si llegamos a aeropuertos lejos de la ciudad intentamos que nuestro hostal tenga servicio de transporte desde el aeropuerto. Así que, salimos a la calle donde nos esperaba el transfer que nos llevaría hasta nuestro hostal. Menos mal porque cruzamos una ciudad a oscuras, iluminada por generadores o con simples velas.
Los cortes de corriente en Katmandú se rigen por un horario que sólo ellos conocen porque así es en todo el país; en cada ciudad y en cada calle tienen sus horas establecidas; para saber a qué hora podrás cargar el teléfono o el ordenador sólo tienes que preguntar a cualquier persona y si quiere te lo dirá pero sino le apetece comprobarlo (tienen una aplicación para los teléfonos) te dirá que no lo sabe pero ningún nepalí te dirá nunca que no te entiende. Da la impresión de que tienen algunos complejos de inferioridad delante del “hombre blanco”.

A la luz del día
Al día siguiente salimos del hotel situado en la zona de Thamel donde está todo preparado y destinado para los turistas; calles destrozadas, sucias y llenas de polvo donde se entremezclan, con menos orden que entre el público de un concierto de rock, los pocos coches particulares, los miles de taxis, las motos, los rickshaws, las bicis, los peatones y alguna que otra vaca en una cacofonía insoportable de pitidos de todas clases. A todo lo anterior hay que sumarle las insistentes ofertas de los vendedores de los cientos de tiendas de ropa y accesorios y de los conductores de cualquier vehículo; sin olvidar los intentos de venderte maría, hachís o cocaína (una vez que iba solo, me ofrecieron chicas a lo que respondí que yo era agente de policía y provoqué la huida a la carrera del camello/chulo). Cada «hello» y cada «namaste» sirve de introducción para venderte algo; algunos aceptan un «no» por respuesta; a otros los ignorábamos pero con unos pocos teníamos que ponernos serios y desagradables para que dejaran de seguirnos.
Katmandú está situado entre montañas y eso provoca sobre la ciudad una permanente nube de contaminación, las calles están sin asfaltar o en construcción por lo que hay polvo y arena por todas partes más toda la basura que los locales tiran en cualquier lugar (es imposible encontrar una papelera o un contenedor de basura) y para mejorar el ambiente cada nepalí se empeña en barrer la basura de la tierra que tiene delante de su casa o su tienda provocando así más polvo que nunca se asienta del todo. Cada vez que volvíamos al hostal teníamos que darnos una ducha para quitarnos toda la tierra que llevábamos encima antes de poder sentarnos en la cama.

Sinceramente siento mucho lo que el pueblo nepalí tuvo que pasar después de los temblores del 2015 y después de hablar con diferentes personas estoy seguro de que el gobierno (uno de los más corruptos del mundo) no ha ayudado casi en nada pero tengo mis dudas si el estado de las calles y los cortes de electricidad son consecuencia de los terremotos.
Pasamos una semana antes de irnos de trekking y al volver, mientras gestionamos el visado para India, salimos lo menos posible a la calle y nos alimentábamos a base de galletas, fruta y sopas chinas. No queríamos tratar con gente que no quiere ayudarte en nada, que sólo nos ve como bolsas de dinero con piernas. Ni siquiera los empleados del hotel se dignaron a hacer una llamada a la estación de autobuses para pedir información y, cuando les preguntábamos, la respuesta era que no habían tenido tiempo aunque estaban jugando con el teléfono o viendo la televisión.
La excepción
Todas estas cosas nos las esperábamos de India o del sudeste asiático pero no de Nepal, aún sabiendo que es un lugar turístico. Para mí fue como una hostia con la mano abierta, me dejó petrificado y cuando reaccioné todo me dio asco excepto los dueños de una pequeña tienda al lado de nuestro hostal donde un día quisimos comprar un trocito de jengibre para poner en el té y como en Nepal lo compran en grandes cantidades nos lo regaló. Desde ese día cada vez que nos veía, nos saludaba sonriendo y nos daba los buenos días a lo que nosotros respondíamos con una sincera sonrisa.
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Víctor
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