Impresiones chinas y no cuentos chinos
China, la lejana, la desconocida, la estereotipada, la odiada por tantos y amada por otros tantos, la temida y a la vez deseada por nosotros. Allá vamos…
Cruzar a China desde Hong Kong es fácil. Tan fácil como coger el metro. De hecho no tienes más que subirte al metro que te lleva hasta la frontera y después de pasar por el control, ya estás en Shenzhen en territorio chino. Lo normal es coger otro metro hasta la estación de trenes y allí comprar el billete para tu próximo destino.
Impresiones chinas
Estamos en China. Europa a su lado es pequeña e inhabitada. La cultura, el comportamiento y el idioma, como cada nuevo país, es diferente. Pero, en China, hasta el lenguaje corporal es diferente, indicar números con las manos es diferente, no tienen ninguna vergüenza en quedarse mirando fijamente o ponerse a menos de un metro de nuestros rostros para sacarnos una fotografía (mi barba causa tanto furor que voy a empezar a cobrar por posar con ellos).
Sinceramente me encanta la inmensidad del país, las marcadas diferencias culturales y de comportamiento entre ellos y nosotros. Nosotros que nos creemos el centro del mundo aunque tenemos tan sólo 2000 años de historia a nuestras espaldas comparados con los más de 4000 de su historia.
Lo malo es, como en muchos países que hemos visitado, la barrera idiomática. Esa barrera invisible pero inquebrantable que nos impide saber de sus vidas. Estamos en un país en el que han ocurrido tantas cosas en tan poco tiempo y nos es imposible hablar con sus habitantes, saber como pasaron esos años, si eran intelectuales o campesinos, si fueron enviados al campo o encarcelados. El que no sepa de que hablo que lea la historia de China desde 1949 hasta finales de los 90: el comunismo, Mao Zedong, el Gran Salto Adelante, la Revolución Cultural, la Banda de los Cuatro y las protestas estudiantiles en la Plaza de Tian´anmen.
Si eres de los que les gusta leer, aquí te recomiendo algunos libros sobre aquellos años:
- Paul Theroux, “En el gallo de hierro: viajes en tren por China”
- Xinran Xue, “Nacer mujer en China”
- Colin Thubron, “Behind the Wall: A Journey through China”
- Liao Yiwu, “El paseante de cadáveres”
Extraños en el tren
Elegimos Longyan, una pequeña ciudad para los estándares chinos de casi tres millones de habitantes, como punto de partida de nuestras aventuras en China y como base para ir a visitar los tulou.
Nadie va a Longyan. Normalmente la gente que quiere ver los tulou va a la ciudad de Xiamen y contrata una excursión organizada para ver varios de los más turísticos y reconstruidos. Ya en el tren que nos llevaba hasta Longyan no cesaban de mirarnos con sonrisas de curiosidad señalándonos a nosotros o a nuestras mochilas.
Llegamos al atardecer y teníamos que encontrar alojamiento y comida en un lugar donde no van los turistas extranjeros, donde todo está escrito en chino y donde nadie habla inglés, donde ni siquiera los taxistas se nos acercaban ya que no sabían (como nosotros) que estábamos haciendo allí. Por señas y con el traductor del teléfono intentamos comunicarnos pero no nos entienden. Dos horas de lucha, de noche, cansados, sucios, hambrientos y desesperados nos sentamos a decidir como resolver la situación en la que nos hemos metido. Un comienzo muy duro para nuestro primer día en China.
Si quieren, pueden
Conseguimos que un guardia de un aparcamiento nos entendiera y nos indicara donde habían hoteles ¡estaban a menos de 200 metros! Quedamos sorprendidos por el hostal: limpio, con buen Internet, agua mineral, gel, champú, cepillos y pasta de dientes, peines, hervidor de agua, TV. La recepcionista no hablaba ni una palabra de inglés pero llamó a alguien que si lo hablaba y nos informó de qué autobús, cómo llegar y qué ver en Fujian (la zona de los tulou). Si alguien está dispuesto a ayudar, siempre encontrará el modo de hacerlo.
Dejamos las mochilas y salimos en busca de comida. La misma calle de nuestro hostal está llena de pequeños restaurantes donde te preparan la comida en menos de cinco minutos, lo difícil es saber que pedir. Nosotros señalamos cualquier plato con buena pinta que esté comiendo otra persona o, en mi caso, me tapo los ojos y pongo el dedo sobre el menú. Todo esto conlleva un montón de sonrisas de los presentes y siempre (sin excepción) un plato exquisito.
Nuestra primera noche en China la pasamos comiendo noodles con ternera y verduras con palillos (más risas de los presentes) y un par de cervezas antes de volver a nuestro cómodo, limpio y bien equipado hostal.
¿China promete o será la excepción?
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Víctor
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