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Viajar está de moda

Viajar está de moda

Definitivamente viajar está de moda. Cuando hablamos con alguien y nos pregunta por la duración o los lugares visitados en nuestro viaje,  se sorprende o pone cara de admiración. Nosotros intentamos quitarle importancia contestando que sólo somos dos personas de las miles que viajan durante largas temporadas. Hay personas que han elegido viajar como hobby y cada céntimo ahorrado es para el siguiente viaje; otras lo han convertido en su forma de vida escribiendo libros, artículos para revistas, organizando viajes o vendiendo fotografías.

Definiciones

Hay muchas formas de viajar, tantas como personas. A estas personas se les puede denominar de muchas formas: domingueros, turistas, mochileros, viajeros, nómadas, peregrinos y muchas más que no voy a enumerar. En mi opinión son sólo descripciones pasajeras, ya que en cada viaje y en cada momento, uno puede ir saltando de una a otra. Con esto quiero decir que nosotros preferimos evitar las grandes aglomeraciones turísticas y visitar lugares a los que no va nadie o muy pocos; ¿somos viajeros? ¿aventureros? ¿exploradores? Pero también queremos ver algunas atracciones, también queremos ver lo que otros han visto aunque sea caro, haya mucha gente y la gente local nos trate como bolsas de dinero andantes; entonces ¿qué somos? ¿turistas o domingueros de algún puente festivo?

Hoy en día están de moda las definiciones dentro del mundo de los viajes. Mucha gente “aparca” su vida durante un tiempo para hacer un viaje de larga duración. Muchos de ellos tienen un proyecto con nombre grandilocuente y se definen a si mismos como vagabundos, exploradores o nómadas. Pero seamos sinceros, no queda mundo para exploradores; tampoco se puede ser un vagabundo si cuando se acabe el viaje se regresa a la misma casa, a la misma ciudad e incluso al mismo trabajo. Yo he oído de algunos que llevan quince, veinte o más años viviendo y viajando por el mundo, sin una ciudad o casa a la que volver y sin sentir la pertenencia a ningún país a pesar de lo que pone en sus pasaportes. A estas personas se les podría definir como nómadas o vagabundos. Los demás somos simples personas que viajan y que algún día volveremos a asentarnos en algún lugar, a trabajar y a vivir como el resto de las personas.

La última tendencia

El mundo en el que vivimos va deprisa, tanto que nos sentimos en la necesidad de frenar. Con la tecnología existente puedes compartir cualquier foto, video o texto con el resto del mundo en cuestión de segundos. Parece ser imprescindible hacer partícipe a todos tus “amigos” de donde estás en cada momento con una buena serie de selfies. Es posible organizar desde el sofá de casa un viaje de dos semanas visitando diez ciudades. Por esto (y otras razones) se pone de moda todo lo “slow”.

También en el mundo de los viajes se habla del slow travel. Viajar sin prisas, permanecer en un lugar más tiempo del que aconsejan las guías o estar el tiempo necesario para que la población local se pregunte qué estás haciendo allí. Pero, para eso, se necesita tiempo; un tiempo del que mucha gente no dispone porque tiene un mes o dos semanas de vacaciones y quieren ver muchas cosas porque es posible que nunca regresen de nuevo a ese lugar. Hace unos años hicimos algo así durante tres semanas en Singapur, Malasia y con una escapada a Siem Riep; fue un terrible error, fue una pesadilla llegar a un lugar y pensar que en dos días tienes transporte para el siguiente destino. Lo probamos pero no va con nosotros aunque a veces sea necesario darse prisa por temas de visados o simplemente porque quieres escapar de algún sitio antes de que llegue el monzón, las fiestas nacionales o cosas por el estilo. Preferimos improvisar y esperar a ver las diferentes puertas que se abren ante (o tras) nosotros.

Hasta hace unos meses nunca habíamos oído hablar del slow travel pero nos dimos cuenta de que eso es lo que nos gusta y que eso habíamos hecho cuando nos conocimos en Perú hace ocho años; viajamos por Sudamérica con un rumbo a veces cambiante pero sin destino final ni el en tiempo ni en el espacio. Elegíamos una dirección y nos dirigíamos como podíamos hacia allí pasando por lugares que no aparecen en las guías y/o que ni la gente que no es de esa región conoce. Llegar a un destino podía llevarnos unas pocas horas o varios días.

Siempre que queremos (y podemos) preferimos quedarnos en los lugares que nos gustan. Por ejemplo paramos a comprar pan en Balchik, en la costa del mar negro en Bulgaria, y nos quedamos tres días; en las turcas Esmirna y Capadocia las estancias de tres días se convirtieron en dos semanas en cada lugar; ni que decir de Estambul salvo que tampoco fue una excepción. De los casi tres meses en la enorme India, pasamos un mes en Leh, dos semanas en Manali, tres en Kerala y el resto del tiempo en unos pocos lugares o en los transportes.

Mi consejo (para el que lo quiera)

Tanto si tienes tiempo como si no lo tienes mi consejo es que vayas tranquilo, son vacaciones, no es imprescindible ver muchas ciudades, puedes centrarte en menos lugares e intentar entenderlos mejor. Conoce todo lo que puedas del lugar, siéntate a observar a los lugareños, come donde comen ellos y, si es posible, habla con ellos. Entérate de como se vive allí y del porqué de lo que hacen diferente a tu cultura y tus costumbres. No compares: en tu país no es mejor ni peor, es diferente. Ese es uno de los motivos para viajar: para conocer y entender lo diferente. En grandes países como Brasil, India o China puedes observar como se comportan los turistas nacionales que viajan por su propio país; si son lugares sólo de turismo nacional, incluso ellos se te acercarán interesados en saber ti y por qué estás allí o a darte la bienvenida a su país.

La gran mayoría de las personas dice que viaja para conocer otras gentes, otras culturas y otras costumbres… pues hazlo. No seas un coleccionista de lugares y monumentos, colecciona momentos agradables, colecciona sonrisas de niños que te miran por ser diferente o sonrisas de extraños al intentar explicar cualquier cosa por señas, colecciona miradas de los dependientes de las tiendas o de los puestos del mercado a los que vuelves todos los días.

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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