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De costa a costa a través de montañas

Nos despedimos de nuestros anfitriones en Esmirna (Ilkay, Kuki y Nohut) y cogimos el tren de cercanías hasta el aeropuerto para salir de la ciudad como nos aconsejaron. Creo que hasta ahora no lo había dicho pero odio coger otro medio de transporte con las bicis cargadas y, por supuesto, empezaron nuestras aventuras al llegar a los últimos tramos de las escaleras de acceso a las vías porque el ascensor no funcionaba. Bajar las bicicletas cargadas por las escaleras o descargar todo y hacer unos cuantos viajes arriba y abajo dejando nuestras cosas sin atención mientras pasa un montón de gente al lado. Soy desconfiado; igual que tú no dejas tu casa abierta, no me gusta dejar las alforjas sueltas y sin vigilancia, al fin y al cabo es todo lo que tenemos. Bajamos, mejor dicho bajé las bicis por tres tramos de escaleras más bien largos para empezar la etapa del día.

Aún así fue una etapa fácil a través de carreteras en mal estado pero con bonitas vistas. Queríamos acampar con vistas al mar pero el camino iba cortando la montaña y a los lados estaba la ladera de la montaña o acantilados hacia la costa, así que al llegar a un pueblo de veraneo bajamos hasta la costa y acampamos en el jardín de un restaurante cerrado por temporada. Estábamos delante de la playa, rodeados de gatos y no hacía frío ni siquiera de noche. Uno de los gatos durmió debajo del doble techo de la tienda de campaña pegado al dormitorio porque no le dejamos entrar más.

Al día siguiente, sin prisas porque sólo teníamos 15 kilómetros hasta Selcuk donde nos esperaba un contacto que nos dio un Warmshower de una casa de ciclistas donde podríamos descargar las bicis y visitar Éfeso más fácilmente y, por supuesto dormir allí. Al llegar nos quedamos de piedra porque la casa de ciclistas era una antigua tienda de bicis, completamente sucia, sin cristales en las ventanas (dentro hacía más frío que fuera) y sin agua corriente. El dueño tiene todas las paredes decoradas con sus «logros» como si fuera un monumento a él mismo y, como guinda, nos enseñó varias veces donde estaba la caja para donativos. Pasamos medio día en Éfeso y el resto paseando por la ciudad, comimos en un pequeño restaurante que servía únicamente pide (pizzas turcas) que parecía ser el mejor de la ciudad, de hecho volvimos para cenar antes de volver a nuestra nevera a dormir. A las nueve de la noche toca a la puerta el dueño que quiere presumir un poco más de él y de su hijo que ha estudiado inglés y español y se va a América a trabajar…

-¿A Estados Unidos o a algún país sudamericano?-pregunto yo.

-A América.-responde él.

Nos hacemos una foto con él y su mujer, le decimos que hemos montado la tienda de campaña (en lugar de dormir en los sofás-cama con varias capas de polvo) porque nos gusta juntar los sacos de dormir, nos recuerda una vez más donde está la caja para donativos y cuando su mujer le mira con cara de pocos amigos, se van y por fin podemos irnos a dormir.

Por la mañana el termómetro marca 4 grados dentro y 8,5 fuera. Salimos agradecidos por haber tenido un lugar donde dejar las cosas y visitar Éfeso y luego dejar las bicis y pasear por la ciudad pero no le dejo un donativo porque creo que va en contra de la finalidad de Warmshowers (aunque no hayamos tenido ducha ni fría ni caliente). Tuvimos un día cualquiera con una carretera lisa durante más de 30 kilómetros para luego ir subiendo y bajando hasta llegar al lago Bafa donde acampamos después de 80 kilómetros.

El cuarto día fue bastante duro. Subidas y más subidas con unas pocas bajadas durante 50 kilómetros hasta pasar Milas y acampar en una casa abandonada. Apenas son las tres de la tarde pero agotados decidimos que al día siguiente intentaremos hacer autostop hasta Fethiye.

Nos resulta fácil coger el primer coche que nos dice que nos llevará hasta Muğla y nos hacemos a la idea de que esa noche tendremos ducha y cama en Fethiye pero, aunque nos cruza varias montañas, nos deja a veinte kilómetros de Muğla y después de un rato de intentar parar otro coche nos ponemos a pedalear cuesta arriba. Al final del día y varios intentos de parar coches antes y después de Muğla llegamos a una bajada de ocho kilómetros y poco después nos metimos por un camino que nos llevó a un campo de naranjos donde acampamos. Kasia se comió unas cuantas naranjas directamente del árbol como postre y se fue a dormir encantada por el sabor y la frescura de la fruta fresca.

El último día, 31 de diciembre, nos quedaban unos 110 kilómetros para llegar Fethiye. A los pocos minutos de empezar paró un monovolumen y, aunque yo estaba empeñado en que era imposible meter las bicicletas, el turco bajó los asientos y como un puzzle entraron perfectamente. Nos llevó más de 60 kilómetros hasta Ortaça y desde allí empezamos a pedalear para salir de la ciudad e intentar pillar otro coche hasta nuestro destino pero nos fue imposible. Subimos y subimos, tuvimos la suerte de que un coche nos llevara un trozo de ocho kilómetros subiendo y bajando una montaña con unas pendientes de más del 10% porque por el túnel que la atraviesa no están permitidas las bicicletas.

Por fin a las cuatro de la tarde llegamos hasta la pensión que teníamos reservada después de 50 kilómetros físicamente muy duros y más aún psicológicamente porque pensábamos que ese día no íbamos a pedalear. Nos duchamos con un pequeño chorrito de agua caliente pero después de seis días sin ducharnos y sudando al pedalear todas las cuestas, fue como el mejor spa. Salimos a cenar unos bocadillos que devoramos, hicimos algo de compra: pan, queso, la mortadela más barata que había, aceitunas y un par de cervezas para celebrar la Nochevieja. Al volver a la pensión devoramos más de la mitad de la compra con las cervezas, nos felicitamos el año nuevo a las diez de la noche y caímos muertos hasta la mañana siguiente.

Pasamos los siguientes cuatro días trabajando en la página y, cuando no hacía mucho viento, paseando por playa o por el puerto de varios kilómetros de largo. Decidimos dejar la costa con sus montañas y coger un autobús hasta Capadocia.

Si ya es difícil obtener una respuesta clara o concretar algo con los turcos, en la estación de autobuses lo es más aún. Hay tres compañías que cubren ese trayecto y cada una nos dice una hora de llegada y un precio diferente (entre 60 y 70) y que por las bicicletas se paga 20 liras o quizás se paga algo pero no saben cuanto. Lo único que nos queda claro es que no nos van a dar nada oficial por lo que paguemos por las bicicletas. Con toda esa (des)información, lo pensamos y nos decidimos por una de las compañías pero al volver otro día, por supuesto, nos dicen otros precios, otra hora de llegada y que el precio por las bicicletas lo fija el conductor del autobús. (léase soborno)

El día señalado, asegurando al conductor que nos habían dicho que no se pagaba por las bicicletas y después de pagarle 20 liras (la mitad de lo que nos pedía) conseguimos subir al autobús rumbo a Avanos. Por la mañana una hora antes de llegar nos llega un mensaje de la Warmshower que nos iba a acoger para decirnos que no puede. Nos acordamos de toda su familia viva y muerta. y escribimos a otra chica de Couchsurfing que nos iba a acoger unos días más tarde en Göreme y en menos de una hora nos da alojamiento en casa de otro Couchsurfing que nos espera en la puerta de casa para prepararnos el desayuno.

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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