Capadocia
Acercándonos a Capadocia, a las siete de la mañana, con casi un palmo de nieve, capas de resbaladizo hielo y sabiendo que nuestra anfitriona de WS en Avanos nos ha dejado tirados; no sabemos si echarnos a llorar o a reir. Aún en el autobús escribimos a Lutfiye, una chica de CS en Göreme que nos iba a acoger unos días después y nos dice que ella no está pero que tiene un amigo (que también está en CS y al que también le habíamos escrito) que nos puede acoger. Bajamos del autobús, montamos las bicicletas, nos ponemos en contacto con Marco, nuestro anfitrión y en menos de quince minutos estamos en una casa calentitos y preparando el desayuno.
Marco resulta ser un hondureño viajero, fotografo, publicista y un largo etcetera que decidió quedarse un tiempo en casa de Lutfiye, ocuparse del CS y ayudarla a montar su propio Guest House mientras busca hacer fotografías fuera de lo común, por ejemplo: Capadocia en invierno con todo el paisaje nevado. Aunque yo creo que Honduras no existe porque casi nadie ha oido hablar de ese sitio y ni siquiera saben situarlo en un mapa, cuando Marco dice donde está tiene que explicar la diferencia entre América Central y el centro de los Estados Unidos de América.
Marco llegó para dos semanas y estuvo tres meses, al igual que nosotros que pensábamos en cuatro o cinco días y nos quedamos, por diferentes motivos que explicaré más abajo, durante catorce días y trece noches.
No voy a contar todo lo que hay por la zona de Capadocia porque para empezar sería imposible ya que se trata de un círculo con un diámetro de más de cien kilómetros y, además, en Internet se puede encontrar miles de páginas repletas de la misma información, agencias, tours organizados, hoteles… Todo lo que quieras saber.
Sin embargo puedo decir que sin más ayuda que un simple mapa y desde Göreme se pueden recorrer los valles más conocidos (Red, Rose, Love) y otros no tan turísticos (Nazar, Pigeon), basta con salir de la ciudad por cualquier sitio. También puedes visitar los pueblos cercanos (Uçhisar, Çavuşin, Zelve) cada uno de ellos tiene sus encantos y sus atracciones. Por supuesto tienes un montón de agencias que ofrecen tours a caballo, en quad o en coche y la experiencia estrella: viaje en globo por los valles siempre que el tiempo lo permita. Y para los pobres hay varios sitios desde donde se pueden fotografiar los globos, solo tienes que escoger uno y tener la suerte de que ese día alguno pase por el sitio que has elegido.
Estando en casa de Marco (y Lutfiye) pasaron unos cuantos viajeros (hay tres literas y tres camas) con los que compartimos experiencias, una charla o una cena. Una noche llegamos a ser once personas de diez nacionalidades: un bosnio, un ucraniano y dos italianas que hacen un voluntariado en Gaziantep, un chaval (20 añitos) de Brasil; un austríaco, un portugués y una checa de Erasmus. A todo esto suma a Marco de Honduras, Kasia de Polonia y un servidor de España. Una noche internacional, pero sin ninguna persona de Turquía y, lo que es más raro, sin yogur.
Durante estos trece días nos pusimos diversos motivos, a veces excusas, para posponer la partida hacia la costa del Mar Negro. Primero descubrimos que Marco podía enseñarle a Kasia muchas cosas sobre fotografía y decidimos aprovechar su experiencia, luego yo enfermé de la garganta ya que sólo teníamos calefacción en el salón y en las habitaciones y cada vez que iba al aseo o a la cocina que estaba en el pasillo, la diferencia de temperaturas era más de quince grados. A todo esto añade que estábamos con una persona de nuestra generación que viaja, lee, escucha música… y no con una a la que le saco diez o quince años y que solo piensa en donde beber barato.
Tanto Marco como Lutfiye estaban encantados de tenernos allí y hasta que compramos los billetes de autobús a Erzurum no se creían que seguíamos con nuestro viaje. El último día nos despedimos de Jonas, un alemán que va en autostop, dimos la bienvenida a tres chicas belgas y a Pablo, un argentino que vivía en Irlanda y que quiere llegar a Kamchatka. Por la noche Marco y Pablo nos ayudaron a llevar todo a la estación y a subirlo al autobús rumbo a la ciudad más fría y conservadora de Turquía. No teníamos ni idea de que nos metíamos en un agujero negro. Con pocas posibilidades de salida y menos con las bicis.
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Víctor
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