Primera noche en India
Cuando tuvimos el visado de India en las manos, compramos el carísimo billete del cómodo y climatizado autobús de Katmandú hasta la fronteriza ciudad hindú de Sunauli pero como todo en Nepal nos ha salido mal, esto no iba a ser la excepción que confirmara la regla. A unos diez kilómetros de la frontera paramos y el conductor nos subió a un pequeño autobús que nos llevaría hasta la frontera pero nuestra sorpresa fue que, al llegar, nuestro segundo conductor del día nos pidió dinero. Extrañados le enseñamos nuestro billete Katmandú-Sunauli y él seguía insistiendo y argumentando que hay muchos nepalíes que se aprovechan de los incautos turistas (incluyendo él) porque nos pedía quince rupias y yo había visto como otros pasajeros pagaban diez. Le pagué las diez por persona y cuando empezó a reclamar su «comisión» le dije que llamará a la policía y nos fuimos andando hacia la salida de un país en el que no nos hemos sentido bienvenidos y en el que el trato que nos proporcionó el conductor es la norma sin excepciones.
Malvenida India
Al cruzar la frontera hindú nos encontramos con la típica ciudad fronteriza (y además hindú) sucia, ruidosa, caótica y con buitres a la espera de su recompensa disfrazados de conductores de taxis, jeeps, autobuses o «agentes» para cambiar dinero.
La idea era ir en un jeep (todo-terrenos compartidos que salen cuando se llenan), más caro que un autobús pero más rápido, hasta Gorakhpur donde haríamos noche antes de salir por la mañana en tren hasta la sagrada y polémica Benarés, nuestro primer destino; pero una vez terminamos todos los trámites fronterizos, de cambiar dinero y de preguntar varias veces nos enteramos de que ese día ya no habían jeeps. La solución fue un autobús local que hizo el trayecto en más de tres horas, por suerte, o por desgracia, encontramos donde sentarnos pero hay que tener en cuenta que en el espacio que utilizamos dos europeos se meten seis o siete hindúes sorbiéndose los mocos o mascando tabaco que luego escupen (tanto el tabaco como los mocos) afortunadamente por la ventanilla. Afortunadamente la última media hora se bajaron las decenas de personas que llenaban el pasillo y gran parte de los asientos y pudimos levantarnos y desentumecer un poco cada parte de nuestros cuerpos sin estar en constante contacto con otros pasajeros.
Primera noche en India
Después de once horas de autobús, cruzar la frontera y otras tres horas y media en el autobús local llegamos sucios y hambrientos a Gorakhpur y nos fuimos directos a comprar los billetes de tren para ir a Benarés aunque era tarde, encontramos la taquilla especial para turistas y conseguimos billetes para las seis de la mañana. Contentos nos fuimos a buscar habitación en alguno de los veinte hoteles que había enfrente de la estación e increíblemente estaban todos llenos excepto dos de ellos que disponían de una sola habitación con aspecto de no haberse limpiado en meses; incluso en uno de ellos se veían restos de comida y bichos encima de la cama. Ante el panorama de pagar para dormir rodeados de suciedad, decidimos hacerlo gratis y nos fuimos a dormir a la estación de tren como unos más de los centenares de personas que allí duermen.
Cenamos una bolsa de patatas y unas galletas que llevábamos en los bancos de la sala de espera rodeados de un montón de escandalosos pasajeros que esperaban sus respectivos trenes que llegaban a distintas horas a lo largo de toda la noche. Antes de dormirnos de agotamiento y de todas las emociones vividas durante el día; cada uno de nosotros se preguntó a si mismo qué coño hacíamos allí sucios, allí en la estación, allí en la India…
Al día siguiente después de haber dormido a ratos pero bastante descansados y con media hora de retraso salimos con nuestro primer tren hacia Benarés donde la llegada tampoco fue fácil.
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Víctor
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