La sagrada Benarés
Benarés, llamada la ciudad de la vida y la muerte. Sagrada para los hindúes; caótica para el resto. Sucia hasta hartarse, hipócrita hasta el límite; donde todo está en venta al precio «adecuado» impuesto por sus habitantes.
Todo lo que alguna vez has oído, te han contado, has visto en la TV o has leído sobre Benarés es cierto. Por un lado no te recomiendo venir y sufrir el calor húmedo, los ríos de suciedad, los excrementos de las vacas y los de los humanos, los olores fecales que pueblan todas y cada una de sus calles. Por otro lado, tienes que venir y verlo con tus propios ojos, sentir todo lo anterior y juzgar si Benarés te gusta o no; te fascina o la odias. Yo, hasta hoy día, no tengo claro mis sentimientos hacia ella pero aún no me arrepiento de haberla visitado; el tiempo lo decidirá..
Sacro Ganges
Benarés está situada a orillas del Ganges, el rio más sagrado para aquellos que practican la religión hindú. Según sus creencias si mueres en la ciudad o a menos de sesenta kilómetros de ella tu alma quedará libre del ciclo de las reencarnaciones, por lo tanto la ciudad está llena de «hospitales o clínicas» donde la gente que se lo puede permitir va a pasar los últimos días de su vida; pero la gente que no tiene medios suficientes y menos aún después del viaje de peregrinación que tuvo que emprender desde su hogar para llegar hasta allí, vive, duerme, agoniza y muere en las callejuelas o en los ghats en las mismas orillas de su alabado y ofrendado rio sagrado.
El Ganges es llamado el rio de la vida porque a él hacen sus ofrendas, en él hacen sus abluciones, se bañan, aprenden a nadar, pasan el tiempo paseando por sus ghats o jugando improvisados partidos de criquet al caer la tarde. Todo ello indiferentes a los animales y humanos que utilizan el Ganges como cuarto de baño, orinando y defecando en él apenas a unos metros de donde se encuentran; indiferentes a toda la basura que arrojan en él (nunca vi a un hindú haciendo uso de alguna de las pocas papeleras que hay) cuando a fuerza de mangueras limpian los ghats. Lo más espeluznante, indiferentes al rio de la muerte donde queman a sus muertos para, en el mejor de los casos, arrojar sus cenizas al rio. Digo en el mejor de los casos porque cuando la familia del fallecido no tiene dinero suficiente para comprar la cantidad de madera necesaria para que el cadáver se consuma, acaban atando piedras a los restos y los arrojan igualmente al rio. Imagina lo que ocurre cuando la familia no tiene ni una sola rupia para comprar madera… piedras y directo al rio.
Sacra hipocresía
Intentar pasear por las angostas calles o por los ghats tranquilamente es una utopía. A cada momento tienes a los barqueros ofreciendo sus servicios, a algunos de los miles de “hombres santos” intentando bendecirte a la fuerza poniéndote el punto en la frente o al resto de personas que quieren llevarte a su hostal, su tienda, su taxi, su restaurante; a todo esto tienes que añadir los insistentes ofrecimientos de hachís y maría. En mi opinión, lo más desagradable es cuando te vas acercando a alguno de los ghats donde se realizan las cremaciones y se empiezan a acercar los supuestos guardas advirtiendo que está prohibido hacer fotos pero que por una pequeña suma de dinero (oficialmente destinada a la familia del fallecido) pueden llevarte a un balcón con buenas vistas donde podrás realizar tantas fotos como gustes. Aquí ya no queda nada sagrado excepto el dinero; en unos años la India será el más claro ejemplo del capitalismo si es que ya no lo es.
Aquí no hay nada privado, todo se hace en público a la vista de todos. Desde cualquier función corporal, pasando por la higiene (si se le puede llamar así a lavarse en sus aguas), hasta la muerte. A menudo, al pasar por Manikarnika (el principal ghat de cremación) puedes ver los cadáveres envueltos en telas esperando su turno en el suelo y los grupos de perros en busca y captura de algún hueso (a ser posible con algo de carne) que se haya salvado del fuego. En una ocasión nos quedamos con la boca abierta al ver a un grupo de niños riendo y jugando en el agua a dos metros de una pira funeraria. Para los hindúes la muerte es un paso más hacia otra vida; para mí también es algo natural pero mis creencias (aunque soy un ateo convencido) y mi respeto me impidieron hacer fotos de las piras en llamas incluso desde la distancia. Pienso que despedirte de un ser querido es algo privado para compartir con la familia y con tus amigos; y no con cualquier persona que pase por la calle. Aunque dicen que viajar abre la mente, de momento sigo teniendo mentalidad europea.
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Víctor
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