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Kirguistán

Crónicas de Kirguistán (I) Una vida sencilla con animales

Para Aitbek, en primavera, el día comienza a las seis de la mañana; en invierno, debido al frío y que amanece más tarde se levanta a las siete y media. Sea cuando sea, Aitbek no necesita despertador. Lleva más de treinta años así. Lo primero es sacar a las vacas y a las ovejas a pastar. Gulnaz, su mujer prepara el desayuno a eso de las ocho. Con el estómago lleno empieza el paseo con los caballos y el burro para que beban. El paseo depende del deshielo. Si hay suerte a pocos metros de casa corre agua por un canal que el mismo construyó; si no es así, hay que andar un kilómetro hasta el río. Y después, durante el resto del día… todo lo demás. Así es la vida en esta región de Kirguistán.

Estamos en Kirguistán a 2300 metros de altitud, en un jailoo (pastos de verano en las tierras altas). El valle está rodeado por colinas y al fondo altos picos nevados. Podemos ver a diario el gran Issik-kul y las montañas que nos separan de Kazajistán.

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Tenemos siete vecinos desperdigados por el valle. Por supuesto, todos se conocen. Llevan toda su vida aquí y se ayudan cuando es necesario. Por ejemplo: en nuestro primer día. Nada más acabar el desayuno tenemos que salir corriendo para ayudar a una vaca. Durante la noche ha dado a luz. El pequeño no ha salido tan pequeño y la madre está tan exhausta que no puede levantarse. La cría necesita mamar lo antes posible pero no puede por la posición de la madre. Entre Aitbek, su mujer Gulnaz, Kasia y yo intentamos ayudarla a levantarse con ayuda de una cuerda. Imposible. Gulnaz va a casa del vecino a por agua y otra cuerda. Vuelve acompañada del vecino. Después de beber y entre los cinco conseguimos que se levante. El pequeño busca ansioso debajo de su madre pero no acierta. Aitbek le guía y el pequeño comienza a mamar mientras la madre come para recuperar fuerzas. En un par de días, el pequeño ya es todo un profesional a la hora de alimentarse.

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Animales en Kirguistán: burros

Ayer me encargué de llevar al burro a beber. Por suerte corría el agua al lado de casa. Hoy no había agua en el canal y lo llevo al río. Kasia me acompaña. Por el camino de ida y de vuelta le dejamos que coma tranquilamente pasto fresco, conseguimos que nos deje acariciarlo. Los burros tienen una vida dura aquí en Kirguistán como en cualquier otro lugar. Por algo se dice “trabajar como un burro” cuando el trabajo es muy duro físicamente. Más tarde, no sabemos cómo, consigue desatarse y se va de paseo. Lo buscamos sin éxito hasta que Aitbek me explica que no hay problema. El burro ni siquiera es suyo. Hay tantos burros sueltos que cuando alguno de los vecinos necesita uno, lo lleva a su casa a trabajar, le da agua y comida mientras lo “acoge” y cuando termina, lo deja de nuevo “en libertad”. Por si te preocupa: el burro lo encontró la octogenaria madre de Aitbek y lo trajo a casa por la tarde.

Baby sheep y la madre adoptiva

Mientras buscábamos al burro, Kasia oyó los balidos de una pequeña oveja. Al verla resultaba obvio que tenía pocas horas de vida. Inestable y aún sucia del líquido del parto… ¿la madre no la había lavado? De hecho, la madre, ni siquiera estaba. Después de varios intentos Kasia consiguió atraparla y la llevó a casa. Aitbek comprobó que la pequeña no es de ninguna de sus ovejas… no tengo ni idea cómo lo hizo teniendo en cuenta que tiene casi 150 ovejas desperdigadas por el valle hasta que al atardecer se acercan por si solas a casa en busca del refugio nocturno. Aún así no podíamos dejarla libre, moriría en pocos días. Teníamos que cuidarla y alimentarla. Tres o cuatro veces al día Kasia calentaba un poco de leche, ordeñada de una vaca esa misma mañana, en el microondas y con ayuda de una tetina en una botella de cerveza le daba de comer. En un par de días, la pequeña reconoce la voz de Kasia y en cuanto se asoma al cercado llamándola, esta viene corriendo a su encuentro. A veces intenta mamar de los dedos, de las rodillas, de las mangas de la ropa que lleva puesta pero siempre (con un poco de ayuda) encuentra la “botella de cerveza” que le ofrece su madre adoptiva. 

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Zdzisiu o Zdzisia

Aparte de los dos terneros que les llamamos los gemelos porque, aunque nacieron con un día de diferencia y de diferentes madres, los dos son blancos y suelen estar y jugar juntos hay otro ternero al que Kasia puso el nombre (de fácil pronunciación para hispanohablantes) de Zdzisiu. Incluso Aitbek que no pone nombre a los animales ya que tarde o temprano los matará, los venderá o los cambiará por productos que necesite; empezó a llamarle así. Zdzisiu tiene unos tres meses y ya lo dejan andar por donde le apetezca. Se pasa el día durmiendo o pastando cerca hasta el atardecer, cuando Aitbek trae a las mamas-vacas para que alimenten a sus pequeños, sale lanzado en busca de su madre para regar con un poco de leche materna todo el pasto que comió durante el día. Es muy asertivo. Sabe apañárselas. Sabe donde buscar agua y comida. Sabe que nosotros podemos rascarle la cabeza cuando los incipientes cuernos le producen escozor. Kasia durante una sesión fotográfica después de una semana allí, se dio cuenta de que Zdzisiu no será un toro bravo sino una gran vaca lechera y fue renombrada como Zdzisia (pronunciación igual de fácil para ti que hablas español).

Mamá caballo y su pequeño

En nuestro segundo día amanecemos con un nuevo ternero y un potro, nacidos sin problemas durante la noche. Sin problemas para ellos ni para sus respectivas madres. En esta región de Kirguistán, la primavera se va acercando y con ella llegan las crías. Tienen todo el verano y el otoño para comer, crecer y prepararse para las duras condiciones que les esperan durante el invierno. 

Al ver al pequeño potro, nadie diría que apenas tiene unas horas de vida. Pegado a su madre, la sigue a todas partes aunque se mueva un metro hacia un lado. En una semana ya le sobra energía y controla la estabilidad y la fuerza de sus patas. Cuando llevamos a la madre a que beba, empieza el espectáculo. El potro corre unos metros y frena en seco derrapando con sus cascos, salta y da brincos simplemente porque es consciente de que puede. Cuando se calma, me aproximo despacio, dejo que me olfatee la mano y la ropa y comienzo a acariciarle. En unos segundos está disfrutando mientras le rasco la cabeza y el cuello. La madre sigue bebiendo confiada aunque no nos conoce lo suficiente. Sabe por experiencia que las personas no hacen daño sino que le dan de comer, de beber, le rascan y le peinan.  

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De regreso al establo, el potro vuelve a pegarse a su madre a la espera del paseo de mañana que le permitirá volver a correr, saltar y probar otras nuevas habilidades. Nosotros también nos manteníamos a la espera del paseo para disfrutar del espectáculo.

Como el perro y el gato

Por muchos caballos, burros, vacas, ovejas, pavos, gallinas que haya; incluso con las descendencias de cada animal. Ni juntos ni por separado pueden competir con nuestra preferencia por perros y gatos. Incluso aquí, en Asia Central, en Kirguistán, en medio de este valle, en medio de la nada; tenemos un perro y una gata.

El perro es un taigan kirguiso. Da pena verlo. Está tan delgado que puedes contar cada una de sus costillas. Según nos explicaron el perro solo recibe comida en invierno, el resto del año tiene que arreglárselas por su cuenta o vivir del aire. Es el menos apreciado de todos los animales. Ni siquiera tiene nombre, simplemente es el perro. A pesar de todo esto, es cariñoso, obediente y no tiene miedo a su dueño ni a nosotros. Durante el tiempo que pasamos allí, le acariciamos todo lo que pudimos y le dimos toda la comida que conseguíamos sustraer sin que nos vieran. Es tan bueno que se lleva bien incluso con la gata.

La gata rompe con todos los estereotipos. Es casi como un perro. Cariñosa, siempre buscando caricias y compañía hasta el punto de seguirnos por el valle mendigando un poco de atención. Al más mínimo contacto, empieza a ronronear. Aunque tampoco tiene nombre, ella tiene más suerte. Durante el día la dejan entrar en casa y dormir en el sofá; le ponen un poco de leche y un trozo de pan de vez en cuando.

No entiendo cómo pueden ser tan cariñosos, de dónde sacan tanto amor para dar si aquí nadie les presta atención, nadie les acaricia, nadie les dice una palabra amable… El perro juega con la gata; y la gata con él, corren y saltan juntos y con nosotros, se alegran de vernos cada mañana, ¿son felices? 

Tanto en verano como en invierno los dos duermen fuera sobre un cojín bajo una mesa en la techada entrada de la casa. Duermen literalmente pegados o la gata utiliza al perro de colchón. ¿Llevarse como el perro y el gato? Aquí, tiene otro sentido.

Una vida sencilla en Kirguistán

Aquí todos conocen su lugar, los animales y las personas. Solo nosotros andamos un poco perdidos. ¿Somos voluntarios o huéspedes que ayudan en lo que pueden? No nos sentimos ni lo uno ni lo otro. Ellos pocas veces nos dicen qué hacer o nos piden ayuda; nosotros nos esforzamos y les seguimos en busca de algún trabajo que hacer. Aquí lo primero son los animales, tienen que comer y beber. Lo demás no corre prisa. Lo que no se hace hoy, seguirá ahí mañana. Se vive y se trabaja a ritmo kirguiso. Sin prisas. Lo que más sobra es tiempo. Es primavera y los días son largos. ¿Para qué estresarse? Aitbek tiene sus obligaciones con los animales y mucho tiempo para hacer o arreglar algunas pequeñas cosas pero si viene su hermano del pueblo de al lado o un vecino puede sentarse tranquilamente una hora a tomar un té y charlar… mañana será otro día.

A nosotros qué nos queda salvo aprender lo más posible sobre animales y sumergirnos en la vida, cultura y tradiciones que nos rodean. Suena bien ¿verdad? ¿Te gustaría vivir así?

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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