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caza con águilas

Crónicas de Kirguistán (II) Caza con águilas

Sabíamos que Aitbek tiene águilas. Al fin y al cabo caza con águilas y hace espectáculos para turistas. Ahora sabemos que las trata muy bien pero sigo teniendo esa vocecilla en mi cabeza que me dice que son animales salvajes, que no deberían estar atados, que deberían estar en libertad… 

El segundo día las vi. En una gran construcción con dos habitaciones separadas con un gran ventanal para cada animal. Una para Trueno y otra para Fuerza. Las águilas de Aitbek, los únicos animales que reciben un nombre, pasan los días allí esperando a ser alimentadas en privado o en un espectáculo. Allí “sentadas” se ven grandes pero si las ves de cerca con las alas desplegadas no son grandes, son enormes.

caza con águilas
La segunda tarde Aitbek nos preguntó si queríamos ir a ver como da de comer a las águilas.

No tuvo que insistir mucho. Queríamos ver a esos animales en libertad y saber todo lo posible sobre ellos.

Aitbek es miembro de Salbuurun Federation. Esta organización con base en la cercana localidad de Bokonbaevo es la encargada de preservar las ancestrales técnicas de caza tradicionales (la caza con águilas es una de ellas) y enseñarlas a las nuevas generaciones para que no se pierdan. Durante la época de la Unión Soviética cayó casi en el olvido pero tras el colapso a finales de los ochenta, las tradiciones tuvieron su segunda oportunidad, resurgieron con fuerza hasta convertirse, hoy en día, en iconos culturales.

¿Cómo se consiguen las águilas? 

Aitbek tiene dos águilas: Fuerza tiene seis años y Trueno solo tres. Fueron “robadas” del nido, amaestradas y entrenadas por el propio Aitbek. Él se siente orgulloso de ello. Es normal aquí. Siempre se ha hecho así. Escalando hasta los nidos, arriesgándose a una grave o mortal caída o a un ataque de la “mamá” águila que puede tener los mismos efectos (fíjate en las garras y el pico que tienen estos pájaros).

caza con águilas

Le preguntamos a Aitbek sobre algunas cosas que habíamos leído en Internet y él nos explicó que las primeras horas (incluso días) son cruciales para establecer el vínculo con el animal. Hay que silbar y cantar para que el águila grabe en su memoria ese sonido reconociéndolo como si fuera su madre. Darle pequeños trozos de carne para que vea el cambio como algo positivo. Acariciarle las plumas e, incluso, besar la cabeza del animal. Cuando el águila tome comida directamente de mano del hombre, el vínculo estará creado. 

Esta conexión o vínculo es más por conveniencia que por afecto. El águila ve al hombre como una fuente de alimento constante y segura pero, al observar a Aitbek alimentándolas, pudimos apreciar el afecto que él siente por ellas; la confianza que ellas tienen en él.

caza con águilas

Aitbek les acaricia sin ningún miedo, la distancia entre los ojos de él y el pico del pájaro es de apenas es de diez centímetros… un pequeño movimiento de ataque hacia la cara de su “mamá humana”  y sería libre. Para llegar a esto han pasado por un largo entrenamiento que dependiendo del carácter de ambos (águila y humano) llevará desde un año y medio hasta cuatro. 

También ellas le aprecian, a su modo. Cuando Aitbek pasa cerca del “hogar” de los pájaros, las águilas chillan, le llaman aunque saben que si se acerca no siempre les traerá comida (comen cada dos o tres días) pero si que les acariciará. 

caza con águilas

Caza con águilas

Las águilas no conocen otra vida. Pasan la primavera, el verano y parte del otoño “sentadas” esperando caricias de “mamá humana”, la hora de alimentarse o el espectáculo para algún grupo de turistas.

Si solo hubiera visto eso, estaría deprimido pero sé que al llegar el invierno, empieza lo bueno. Aitbek se lleva a las dos y al perro del que escribí en la primera parte de estas crónicas, a cazar durante días por todos los alrededores de Issik-Kul, a veces solos y otras veces acompañados por otros cazadores que, como él, pertenecen a la federación.

Aitbek se pone un guante especial y saca a una de las águilas, la deja sobre una roca y a su señal, el pájaro emprende el vuelo. Cuando abre las alas y se impulsa un par de veces para separarse del suelo es impresionante. No se va lejos, permanece volando en círculos sin perder de vista a “mamá” hasta que recibe la señal y se deja caer en picado.

Asusta verla bajar a esa velocidad. Dos metros antes de llegar al guante de Aitbek, extiende completamente sus alas para frenar y se posa de la manera más delicada que puede sobre el guante donde le esperan grandes trozos de carne que devora en un abrir y cerrar de ojos sujetándolos con sus garras y despedazando con el pico… mientras “mamá” le habla, le acaricia y le peina las plumas. La conexión entre hombre y animal es completa. La plena confianza es mutua. No hay límites físicos entre ellos, ambos saben que el otro nunca le haría daño.

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Después de repetir todo con el segundo águila, seguimos interrogando a Aitbek. Nos cuenta que después de 15 o 20 años las águilas son soltadas para que vivan sus últimos años en libertad. La vida de estos pájaros es de 30 o 40 años, eso quiere decir que aún podrán vivir libres más de 10 años. A veces el vínculo entre ellos es tan fuerte que el águila “visita” su anterior hogar durante los primeros años de libertad.

Según nos contó tanto él, como su padre hace años, lo pasaron un poco mal el día que decidieron devolver a estos animales al lugar que les corresponde… a la naturaleza, a las montañas, a la vida salvaje.

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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