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Kurdistan, Paveh, en la pastelería

Kurdistán. La hospitalidad hecha realidad

Desde Urmía fuimos hasta la capital de la provincia de Kurdistán: Sanandaj. Allí teníamos un CS que nos acogió en su casa; una habitación con baño encima de casa de sus padres. No me quejo, es peor dormir en un parque en medio de la ciudad. Nos llevó a un par de sitios a comer y nos enseño uno de los museos de la ciudad – ya comenté que de nada sirve decir lo que tú quieres hacer cuando estás con un iraní – también nos dio mucha información sobre qué ver y cómo llegar hasta esos sitios en las montañas del Kurdistán y, lo más importante, pudimos dejar parte de nuestro equipaje y viajar mucho más ligeros por la región del Kurdistán con la seguridad de que, al volver tendríamos una ducha caliente y un sitio donde dormir.

Salimos de Sanandaj temprano en un destartalado autobús mediano por una carretera cada vez en peor estado, cada vez con más serpentinas y cada vez más y más hacia arriba hasta que, una hora después nos dejó en un pequeño pueblo donde queríamos hacer auto-stop. Al bajar aparecieron los omnipresentes taxistas y declinando sus servicios empezamos a andar intentando parar a los pocos coches que iban en nuestra dirección. Los dos primeros eran, como en Armenia, «improvisados taxistas» ya que cualquiera con coche lo es, independientemente del permiso de conducir o si tiene las señalizaciones, pegatinas o letreros en el coche. El tercer vehículo paró sin que nosotros le hiciéramos ninguna seña y dos hombres nos propusieron llevarnos «manlloni», es decir gratis, al saber que queríamos visitar las montañas del Kurdistán.

El camino transcurría por valles verdes con altas montañas nevadas de fondo hasta la pequeña y famosa ciudad de Hawraman. Nos dejaron en el «centro» al lado del único hotel que había y decidimos ingenuamente preguntar por el precio de una habitación… ¡60 dólares! Empezamos a caminar por las calles sucias y llenas de piedras con la que construyen las casas preguntándonos para qué habíamos ido hasta allí.

Compramos pan y nos apoyamos en un muro para comerlo junto con queso y tomate que llevábamos pero antes de empezar salió un hombre de la casa de enfrente y por señas nos indicó que le siguiéramos hasta la casa para tomar té. Ilusionados por la anhelada hospitalidad del pueblo kurdo le seguimos hasta su casa donde su mujer empezó a sacar comida: sopa, huevos, tomates, verduras marinadas en vinagre, pan y dough casero (bebida a base de yogurt fermentado). Intentamos aportar algo de nuestra comida y que nos acompañaran pero fue imposible; de hecho el hombre después de hacer sus rezos se despidió y se fue dejándonos solos con su mujer que no quiso comer con nosotros. Por señas y con algunas palabras sacadas de la guía, halagamos la deliciosa comida y preguntamos por Pir Saliar, la mujer se acercó a la ventana y señaló un cementerio a unos trescientos metros mientras repetía Pir Saliar, Pir Saliar… Nos despedimos y nos fuimos hacia allí.

Además de un cementerio con pañuelos de colores atados por todas partes, resultó ser uno de los lugares más sagrados para los kurdos; con Hawraman a un lado y montañas y la cascada de un rio por el otro decidimos pasar allí la noche pero como era muy pronto nos sentamos a disfrutar del paisaje y leer un poco mientras observábamos a las personas que venían a arreglar las tumbas de sus seres queridos o a plantar flores a su alrededor; todos nos saludaban, nos sonreían e intentaban comunicarse con nosotros pero, ellos sin inglés y nosotros sin farsi, resultó imposible y a nadie le importaba que dos «infieles» estuvieran allí. Un par de horas después llegó un chico que hablaba inglés (el único del pueblo) porque alguien le había dicho que estábamos allí y que quizás necesitamos algo.

Por supuesto, Mahmud, nuestro nuevo benefactor nos ofreció ir a casa de sus padres a tomar té, cenar y pasar la noche; después de mucho insistir quedamos en tomar un té en su casa y en una visita guiada pero dormiríamos en Pir Saliar con vistas a las montañas. Fue una noche muy buena y nos despertaron los balidos de un rebaño de cabras que subían guiadas por un pastor con un ajado rostro de edad indescifrable.

Una bajada de más de diez kilómetros de serpentinas nos separaba del siguiente pueblo, Belbär y los vehículos eran escasos pero comenzamos a andar y al cabo de un rato un coche paró a nuestro lado y nos llevó hasta el pueblo, al despedirnos nos ofreció una bolsa llena de fruta que rechazamos enseñándole la que nosotros llevábamos y se volvió por donde nos había traído. Miré a Kasia y le dije: «Creo que nos ha traído a propósito porque ahora vuelve a subir” y Kasia asintió convencida de lo mismo.

Kurdistan, Belbär
Belbär

Así fuimos durante toda la mañana, de coche en coche y de pueblo en pueblo. Cada vez que bajábamos de un coche alguien nos preguntaba si nos llevaba o si necesitábamos algo. Los paisajes de montañas, ríos, lagos y pequeños pueblos nos tuvieron entretenidos durante todo el día y olvidamos el estado de las carreteras por las que pasábamos o el olor de uno de los coches en el que compartimos asiento con un montón de sacos de cebollas.

Al llegar al cruce de carreteras que se dirigía a Paveh, nuestro destino, y antes de ponernos las mochilas pararon dos coches: un taxi y uno privado. Del taxi bajó uno de los pasajeros y empezó a cargar las mochilas a pesar de que le decíamos en farsi que no teníamos dinero y que no queremos taxi, queremos auto-stop. Dio lo mismo, el pasajero del taxi se deshizo del otro coche, cargó nuestras mochilas y nos dijo: «No problem». Durante el trayecto nos hicieron el interrogatorio de rigor y, a base de monosílabos, gestos y palabras sueltas respondimos a todas las preguntas y entendimos que nuestro decidido pasajero de taxi nos invitaba a su casa y así fue. Al llegar a Paveh nuestro nuevo anfitrión llamado Behrooz paró una furgoneta pick-up y fuimos directos a una pastelería donde salieron todos los trabajadores a saludar, algunos se hicieron fotos con nosotros y nos regalaron una caja llena de pasteles y magdalenas.

Kurdistan, Paveh, en la pastelería
En la pastelería

Nos llevó a su casa, un piso más abajo y nos explicó que el edifico es de su familia y que en cada piso vive uno de sus hermanos o hermanas. Nos preguntó si queríamos acompañarle a unos pueblos cercanos donde tenía que repartir comida y bebida en algunas tiendas y como no estábamos cansados nos fuimos con él a una excursión inesperada. El paisaje montañoso surcado de caminos serpenteantes pensados sólo para caballos y el rio nos acompañan hasta Nowsud separado de la frontera con Iraq por campos minados. Volvimos tarde a Paveh y Behrooz nos llevó a tres puntos en las afueras de la ciudad para ver el paisaje y el atardecer. Cenamos en la pizzeria de un amigo suyo y fuimos a su casa. Desgraciadamente su mujer y su hija no estaban porque se habían ido de visita a casa de los padres de ella pero pasamos horas comunicándonos como pudimos, bebiendo té y viendo fotos, el vídeo de su boda y un vídeo de derviches bailando en trance.

Por la mañana compró pan recién hecho para el desayuno, nos llevó a la estación para volver a Sanadaj y esperó hasta que estuvimos sentados dentro del autobús para irse a trabajar. Con mucha pena y ganas de quedarnos más tiempo nos despedimos de un desconocido que nos abrió las puertas de su casa sin saber absolutamente nada de nosotros. Me dieron ganas de reírme de Couchsurfing y Warmshowers.

Behrooz
Behrooz

Desde ese día a cada persona que nos pregunta sobre el país que más nos ha gustado le contestamos lo mismo: Irán y, por supuesto, el Kurdistán.

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

Esta entrada tiene 4 comentarios

  1. Hola pareja!

    En unas semanas entraremos a Irán. Estoy comenzando a leer crónicas y todos coinciden en la Hospitalidad (con mayúsculas, ja).
    Pero el otro día conocimos una pareja de Suiza y ellos decían que no era tan así. Que todos tienen la «obligación» de ser hospitalarios por lo cual uno debe decir dos o tres «no» para saber si la invitación es real o puro formalismo.

    ¿Cómo lo vivieron ustedes? ¿Siempre aclararon que hacían autoestop sin dinero?

    Abrazos desde Tayikistán!

    1. Es una obligación para ellos pero están encantados de acoger a gente y sobre todo si son extranjeros. A nosotros nos paraban por la calle para darnos la bienvenida a su país y llevarnos a su casa a tomar té o a atiborrarnos de comida.
      Lo de ofrecer y denegar varias veces es a la hora de pagar algo en el mercado o en una tienda que contamos aquí: http://www.kasiavictor.com/taarof-como-diferenciar-la-cortesia-persa-de-las-normas-de-educacion/
      Nosostros hicimos gran parte de Irán con autostop.
      Además, como es ilegal, Couchsurfing funciona muy bien; tam bien que acabamos buscando hoteles para tener un poco de intimidad.
      Seguro que lo pasaréis muy bien.
      Un saludo desde Kerala.

  2. Hola amigos!!

    Estamos en Teheran y tras vuestras recomendaciones de hace unas semanas, vamos hacia el Kurdistán mañana, pero sin bicicletas. Pinta muy bien, las fotos son muy chulas. Nos han dicho que esta época en muy buena para visitar la zona. A ver lo del alojamiento, porque la tienda la tenemos en el Caspio, lo mismo pedimos una a la gente de aquí.
    Saludos desde Teherán.

    1. Me alegro de haber influido en vuestra ruta, esas influencias son una de las mejoras cosas que puedes compartir de forma reciproca con otros viajeros. Si os cruzais con Mahmud en Hawraman saludadlo de nuestra parte.
      Espero que lo paseis tan bien como lo hicimos nosotros.

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