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Begpacking. Viajeros pidiendo dinero. ¿Orgullo o vergüenza?

Mirando últimamente Facebook vi una acalorada discusión sobre el concepto, relativamente nuevo, de begpacking. Unos lo rechazaban con desprecio; otros lo defendían con uñas y dientes. ¿Por qué tantas emociones? 

Begpacking o viajar gratis

El término begpacking se deriva de dos palabras del inglés: beg que significa mendigar y backpacking que significa mochilero y así son denominados los jóvenes (y no tan jóvenes) que viajan con un sus mochilas y un presupuesto más o menos limitado. En otras palabras, son viajeros que mendigan para continuar con su viaje.

Alrededor de este término han crecido muchas dudas sobre quién es el begpacker… ¿El que vende postales hechas a mano o sus propias fotografías impresas o pulseras hechas por él mismo? ¿El que se disfraza de payaso? ¿El mago que hace su espectáculo en la calle? ¿Y qué pasa con los músicos callejeros? ¿O quizás el begpacker es solo el que se sienta en la calle a pedir dinero con un mensaje escrito en un cartón?

Si no sabes de que va todo esto; va de dinero como siempre… en este caso de la falta de él. En Internet se habla una y otra vez, como si fuera un mantra, sobre viajar gratis y nosotros repetimos una y otra vez que no es posible viajar gratis porque si tú no pagas; alguien lo hace por ti y ese alguien quizás no pueda permitírselo, pero su cultura y su hospitalidad le “obligarán” a ofrecerte todo lo que tiene… y lo que no tiene.

Muchos tonos de gris

Recuerdo hace años caminando por mi Alicante natal un grupo de punkies/okupas pidiendo dinero con varios carteles: pa´l Ferrari; pa´l apartamento en la playa; pa´ drogas; pa´ litronas… Me sorprendió que la gente en lugar de indignarse o enfadarse; sonriera y les echara algunas pesetas sueltas. No sé si les alcanzó para el Ferrari, pero seguro que algunas cervezas si se compraron. Nadie les llamó la atención. Nadie avisó a la policía.

Otras veces recuerdo haber visto como la policía paraba, bajaba del coche patrulla para ponerle una multa o confiscarle las flores a una mujer gitana que intentaba sacarse algo de dinero o echaba del lugar a algún joven vagabundo que aprovechaba la luz roja del semáforo para limpiar los cristales de los coches a cambio de un par de monedas. ¿La ley es igual para todos o algunos tienen buena suerte y otros no?

También recuerdo cuando conocí a Kasia en Arequipa. Ella y su australiana compañera de piso se habían hecho amigas de algunos artistas callejeros. Les enseñaron a hacer pulseras, collares, pendientes… usando hilo encerado, piedras y varillas de metal que retorcían ellas mismas. Se sentaban en el suelo en el Pasaje de la Catedral, la calle que se extiende a espaldas de la Plaza de armas. Aprendían, trabajaban y vendían sus artesanías. No hacían daño a nadie y nadie les molestaba.

begpacking
Kasia en la calle de Arequipa haciendo pulseras

Años después volvimos a Arequipa y supimos que todos esos artistas se habían mudado o lo harían en breve porque las autoridades declararon su actividad ilegal. Si extendían sus puestos en la calle, serían multados. En esos momentos nos solidarizamos con ellos. Ahora lo vemos un poco diferente.

Cuando estuvimos en Australia visitamos a la compañera de piso que Kasia tuvo en Arequipa. Todavía sigue involucrada en las artesanías, lo que aprendió en Arequipa no cayó en saco roto. La diferencia es que en Australia no puede montar su puesto de venta en la calle. Si quiere vender algo tiene que pagar por un puesto en algún mercado o establecer una cooperación con alguna tienda. También debe facturar y esto conlleva abrir una empresa como autónoma. Es un negocio y, por supuesto, todo está regulado por ley.

Cuando aparecieron aquellas regulaciones en Perú, nos horrorizamos (Perú = sur global) pero en nuestros países esas leyes e impuestos establecidos nos parecen de lo más normal (Polonia, Australia o España = norte, rico y global).

No te doy todos estos ejemplos para aburrirte sino para mostrarte de manera ilustrativa que todo depende del punto de vista, de la lente con que se mire y que no todo es o blanco o negro, sino que existen muchos tonos de gris.

¿Qué es el begpacking entonces?

No habría confusión si esta mendicidad se llevara a cabo en Europa, Australia, países asiáticos prósperos, Canadá o Estados Unidos. Después de todo, las reglas regulan claramente lo que se puede y lo que no se puede hacer en la calle. En los países del Sur global, es decir, aquellos que hasta hace poco tenían la etiqueta de «tercer mundo», no hay regulaciones relevantes. Y todos aprovechan esa oportunidad que deja el vacío legal para comerciar; ya sea la pobre población local como los (no tan pobres) viajeros que nos ocupan hoy en este texto.

Entonces ¿cuál es la diferencia entre los punkies de más arriba y los que piden para continuar viajando? En las calles de Alicante, Varsovia, París o Nueva York más bien ninguna. Además, si reunimos demasiado dinero; la policía o el gobierno se encargaría de nosotros y nos harían pagar los correspondientes impuestos.

Sin embargo, si los begpackers se sitúan en las calles de Manila o Bali sosteniendo un cartón con un mensaje como “No tengo dinero, apoya mi viaje por el mundo” a algunos pueden sentir repulsión, vergüenza, asco; especialmente si en el mismo cuadro visual entra un inválido o una persona pobre pidiendo algo de dinero para poder comer o mantener a su familia.

Marysia Złomkiewicz escribe “Cuando hacemos un viaje voluntariamente, equipados no con dinero en efectivo sino con la actitud ´de alguna manera se resolverá´; a menudo ocurre que tenemos que confiar en la ayuda de otros. Con esto parece que dejemos la responsabilidad y el problema en manos de otros. Sin embargo, mis dudas éticas crecen aún más cuando visitamos países que son mucho menos prósperos que los nuestros. Porque el ´de alguna manera se resolverá´; significa que alguien nos ayudará (léase: alguien pagará por nosotros). Alguien cuyas posibilidades estándar y su nivel de vida son mucho más modestos que los nuestros. Por lo tanto, es difícil no definir esta actitud planificada para nuestro propio placer, para nuestro viaje de vacaciones; como una forma de explotación”

¿Crowfunding es begpacking en versión soft?

Volvamos a lo que conocemos por un momento. El Crowfunding se ha hecho muy popular en muchos países. Hay muchas acciones nobles. Recogida de alimentos para personas sin hogar, ayuda humanitaria para refugiados o para los afectados por una catástrofe natural, pero al mismo tiempo, surgen como hongos después de la lluvia, los proyectos de financiar viajes. 

Recientemente en Polonia ha surgido Patronite y es más popular cada día que pasa. ¿Qué es Patronite? En su página puedes leer: “Patronite conecta a los autores con personas que desean apoyar su pasión no solo con buenas palabras sino también económicamente. Los patrocinadores pagan una cuota mensual a los autores y estos usan el dinero para las necesidades de sus proyectos/negocios. Los autores tienen la oportunidad de desarrollarse y los patrocinadores ¡acceso a premios especiales, así como la buena conciencia de un apoyo real a las pasiones de los demás!” 

Todo suena muy bonito, nos eleva el ego y nos coloca en el puesto de generosos mecenas. Aceptamos voluntariamente pagar regularmente la pasión de alguien. En la página de inicio de Patronite se puede leer sobre “expediciones” al Tíbet o la región de India y Myanmar donde para llegar tendrán que pagar sobornos y pases especiales. Los autores reciben unas cuotas mensuales que llegan a ser de varios cientos de euros.

Y empiezo a pensar… ¿somos hipócritas? ¿cuál es la diferencia entre pedir con un mensaje escrito en un cartón y pedir mediante Crowfunding o Patronite? Muchos bloggers tienen el logo de Patronite en sus páginas web… ¿para qué piden? No necesitan un trasplante de órganos sino un ordenador nuevo, un smartphone o un billete de avión. En otras palabras, para otro viaje, para descubrir el mundo, para llevar a cabo su “expedición”. Y entonces surge la siguiente pregunta…

¿En qué se diferencia el begpacking de Crowfunding o de Patronite?

Estoy seguro de que esto indignará a algunos y que no me va a hacer popular entre otros. 

Nadie obliga a nadie a ingresar dinero en su cuenta todos los meses para ayudarle a hacer realidad sus sueños a cambio de una postal, una fotografía, una pulsera o que el nombre del patrocinador aparezca en uno de los vídeos del viajero. Y si compro esa postal, esa fotografía o esa pulsera de un viajero en la calle… ¿cuál es la diferencia? Honestamente yo no la veo.

El quid de la cuestión es ¿qué grupo es el objetivo? Las campañas de Crowfunding y el mecenazgo de Patronite se llevan a cabo en al mercado local o nacional. ¿Qué significa esto? Teóricamente no se pide a los pobres; al igual que (teóricamente) el begpacker no espera conseguir dinero de un pobre birmano o balinés. Casi puedo apostar que el objetivo del begpacker son los turistas internacionales. Esos que ahorraron todo un año para sus vacaciones. También es muy seguro que el pobre birmano o balinés aceptará un plato de comida; el begpacker, probablemente no.

Por otro lado, echemos un vistazo a aquellos que echan sus monedas en el sombrero de un músico callejero o a una pareja que pide limosna en las calles (por ejemplo) de Bangkok. ¿Son marionetas usadas por inteligentes mochileros o solo tienen un buen gesto con otros? Valoramos a los que hacen mecenazgo por su generosidad y les admiramos por sus gestos de ayuda a los artistas, pero los que dan unas monedas a un alemán virtuoso de la guitarra tocando en las calles de Bangkok, son considerados unos memos ingenuos. ¡Menuda lógica!

¿Orgullo o vergüenza?

Muy bien. Todo esta muy bien. Vive y deja vivir. ¿Pero dónde termina la decencia y comienza la vergüenza? ¿Cuándo hay que decir ya basta?

Admito sin miedo que personalmente no tengo ningún problema con los artistas callejeros ya sean músicos, payasos, mimos, escultores de arena, magos… Tampoco me molesta la gente que vende sus artesanías, con mucho gusto les compraría algo si me gusta. Por supuesto que estoy más dispuesto a contribuir a la economía local que a la economía de un mochilero. No me indignan los que intentan vender sus fotografías, pero preferiría verlos en una feria donde todos pudieran exponer sus productos, pero… ¿y el pobre birmano tendría el dinero para poder pagar el permiso para exponer en dicha feria?

Otro caso: ¿qué pasa si al lado de dicha feria se sientan una madre con su hijo pidiendo limosna para comer? La mujer no tiene nada para comer ni esperanza de encontrar un trabajo. Pertenece a otro mundo y nuestro mundo es completamente inaccesible para ella. Estamos protegido por fronteras, estrictas regulaciones, visados y permisos de trabajo. Cualquiera de nosotros puede regresar a su país y aceptar el trabajo peor pagado; madre e hijo, no, aunque lo que para nosotros sería una miseria sea una fortuna para ella. Aquí ética y moralidad se desdibujan y surge la vergüenza.

Sin embargo, separemos la venta de productos y servicios de la mendicidad ordinaria que comienza a hacerse notar por los gobiernos de los países del Sur global, especialmente en el Sudeste Asiático donde se está convirtiendo en un flagelo. Tailandia ya no es el paraíso económico del viajero; al llegar cada vez más te piden que demuestres tener fondos suficientes para toda tu estancia. Hong Kong ha anunciado nuevas y severas restricciones contra los artistas callejeros. Las autoridades balinesas dan parte a los respectivos consulados de los mendigos (artistas, artesanos o no) por violar las condiciones del visado de turista. Hace poco le llegó el turno a Sri Lanka y ni sus habitantes ni su gobierno quieren begpackers en el país… ¿y nosotros?

El begpacking va viento en popa. Para algunos es un motivo de vergüenza; para otros de orgullo. Sin duda se está convirtiendo en una forma de viajar, nos guste o no. Su futuro depende de nosotros; al final viajar es el privilegio de los países del “primer mundo”. Así que antes de emprender un viaje, vale la pena que consideres qué es lo importante y cómo viajarás y si no te puedes permitir ese viaje, quédate en casa hasta que ahorres el suficiente dinero para realizar tu viaje éticamente.

¿Y tú qué opinas al respecto?

[Las fotos usadas en el post: clic, clic, clic y clic.]

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Kasia & Víctor

Una polaca y un español. Llevan viajando juntos desde 2008. Fue entonces cuando se conocieron en Perú y pronto descubrierion que viajar es algo más que un pasatiempo. Locos por animales, buenos libros y estar en movimiento.

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