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Tayikistán: recorriendo Wakhan (5) Namadgut
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Tayikistán: Recorriendo Wakhan (5) Namadgut

Tayikistán: recorriendo Wakhan (5) Namadgut

Esta vez si que nos tocó esperar un buen rato. No había ni un solo coche, en ninguna dirección. Por suerte teníamos un par de árboles que nos ofrecían sus sombras y esperanza de que algo pasaría ya que, junto a nosotros, una mujer y los bultos de su equipaje nos hacían compañía. Todo era cuestión de paciencia.

Media hora después la mujer hablaba por teléfono, se levantó, se cargó todos las cosas y se fue andando en la otra dirección. Nos miramos y empezamos a dudar de nuestras posibilidades de encontrar transporte. Por fin vemos una nube de polvo a lo lejos. El coche se detiene a nuestra señal, cruzamos un par de frases con los tres hombres de su interior y subimos. Transporte del día solucionado.

De camino a Namadgut sin prisas

Acabábamos de ponernos en movimiento cuando llegó la primera parada. El viejo Opel Astra que nos llevaba no había visto un taller mecánico en su vida, menos aún una revisión. Esa fue la primera de muchas paradas de 15 o 20 minutos para que el motor del coche se enfriara un poco; nada de ponerle agua al sistema de refrigerado o conducir más despacio… ¿para qué pudiendo parar una y otra vez? 

Todo esto, lejos de molestarnos, nos gustó porque teníamos las ocasiones de contemplar y fotografiar los paisajes del Valle de Wakhan. Además de que nosotros estábamos en la misma situación que ellos: sin prisa alguna.

A lo lejos en mitad de la carretera y a pleno sol, hay un coche parado. ¿Estropeado? ¿Descansando? Aquí nunca se sabe. Al acercarnos un anciano nos hace señales para que nos detengamos; el coche no arranca y quiere que lo empujemos para ponerlo en marcha. Ha llamado a un amigo para que le ayude a repararlo o remolcarlo (no me queda claro) pero si nosotros lo logramos será mejor. Lo intentamos varias veces pero el motor no da señales de vida. El anciano nos da las gracias y se mete en el coche a esperar pacientemente la ayuda que está por venir.

Namadgut

Namadgut

Una de las paradas para enfriar el motor la hacemos en una fuente de agua mineral, refrescante, fría y con un toque de gas. Una mujer y su hija pequeña venden panes fritos rellenos de salchichas, le compramos cinco (para los tres hombres que nos llevan y para nosotros). Kasia conversa un poco con ella y averigua que hace unos años se quedó sin marido (probablemente emigró en busca de trabajo) y que ahora tiene que arreglárselas ella sola. Vive en un pueblo cercano y cada día que puede se acerca a la fuente a vender sus panes para ganar el dinero que tanto necesita. 

El pequeño Namadgut

A primera hora de la tarde nuestro Opel Astra nos deja delante de las ruinas de la fortaleza Khakaha, justo al lado está el Intizor Homestay o el Silk Road Guesthouse (creo que aún no tienen claro que nombre ponerle). Los propietarios son muy amables, poca gente se queda allí a pasar la noche teniendo tan cerca Ishkashim; como mucho hacen una rápida parada para ver las ruinas y continúan. Fácilmente acordamos el precio por dormir, cena y desayuno. Dejamos las mochilas en la habitación y salimos al jardín para que la mujer nos enseñe donde está el baño. Nos señala una construcción totalmente nueva aunque todo el tejado con parte de la estructura está en el suelo por una fuerte tormenta de hace unos días, no se adapta al resto de la propiedad: la típica casa de una planta, el jardín, el huerto, una UAZ 452 desguazada, cabras y vacas. Nos explica que el cuarto de baño y la ducha fueron construidos por una ONG alemana para atraer el turismo a Namadgut. Al abrir la puerta no podemos reprimir el “Ohhh” que sale de nuestras bocas. Un váter, un auténtico váter con su cisterna como el que encuentras en tu casa. Divertidos le explicamos a la mujer que debe ser el único “váter occidental” de todo Wakhan, ni siquiera el Akim guesthouse tiene.

Desde el tapchan que hay en el patio se ven las ruinas de la antigua fortaleza de Khakaha. No parece gran cosa desde abajo. Subimos y todo cambia. Aquí el valle es mucho más ancho en el lado afgano que en el tayiko y desde arriba tenemos una vista perfecta de la aldea afgana de Qazi Deh. Paseamos por las ruinas sabiendo que tienen más de 2.000 años, subimos hasta lo que queda de las torres defensivas y miramos hacia Afganistán. Es casi la hora del atardecer y los rayos del sol iluminan exuberantes campos de cultivo casi a nuestro alcance se extienden hasta los mismos pies de las montañas. El río Panj aquí discurre con fuerza estrechándose hasta el punto de que tayikos y afganos puedan conversar. Estamos solos y disfrutamos del espectáculo que la naturaleza nos regala. 

Namadgut

Namadgut

Namadgut

Una vez más cansados del viento, bajamos por un camino que nos conduce directamente al jardín de nuestro guesthouse y nos sentamos en el tapchan a conversar con los propietarios. Tenemos bastante curiosidad por una cabra con largos cuernos que tienen atada… ¿es una pequeña marco polo? No, es Mr. Chambers y no es una cabra normal. Reacciona a su nombre y le encanta que le rasquen detrás de las orejas. Incluso realiza algunos trucos para los turistas que vienen a visitar la fortaleza.

Ganarse la vida en Namadgut

El emprendimiento que nos demostraron tuvo su origen en una tragedia. El dueño trabajaba en Rusia durante años hasta que sufrió un grave accidente que le dañó la columna para el resto de su vida. No pudo caminar durante meses. Al final sus piernas se fortalecieron lo suficiente como para poder caminar aunque sigue sufriendo dolores cuando realiza algún trabajo duro. Incapacitado para el trabajo físico y sin estudios que le faciliten conseguir trabajo… ¿qué hacer para mantener a su mujer y sus cuatro hijos?  

Decidieron montar el guesthouse para aprovechar la popularidad de las ruinas cercanas y las vistas pero (como ya he escrito arriba) poca gente se queda allí. Necesitaban algo más. Algo que les proporcionara efectivo. Algo que necesiten los turistas. Entonces su mujer, Shoira que pasa los inviernos tejiendo ropa, calcetines, gorros y guantes como hacían su madre y su abuela, pensó que podía venderlos. Empezó a recordar viejos patrones que tejía su abuela y buscó algunos nuevos con ayuda de algunos huéspedes que le prestaban conexión a Internet. En poco tiempo tuvo preparados montones de prendas únicas, hechas a mano y típicas de su cultura. Con unas cuantas tablas montaron un puesto a la entrada de las ruinas y cuando ven parar algún vehículo, ella y alguna de sus hijas corren con una pesada bolsa llena de prendas a abrir su tienda. Según cuenta sus mejores clientes son los japoneses y los chinos.

Mientras tanto, el dueño no se cruza de brazos. Cuando los turistas están ensimismados (como nos pasó a nosotros) en lo alto de las ruinas señalando Afganistán, él se viste de pastún y, junto a Mr. Chambers, se va acercando a ellos. Según nos cuentan algunos turistas bajaron asustados pensando que sin darse cuenta habían cruzado a Afganistán pero a la mayoría les vence la curiosidad y se acercan a tomar fotografías.

Cuando bajan hasta su vehículo tienen a la venta los increíbles productos tejidos por Shoira, cualquiera de los elementos de la vestimenta pastún, sesión fotográfica con Mr. Chambers (y/o con un “pastún”) y poder jugar y tocar a Mr. Chambers.

Parece ser que todo esto les funciona. Atrajeron la atención de la ONG que les construyó el cuarto de baño y, con algunas dificultades, se pueden permitir la educación universitaria de sus hijas; la mayor estudia en Dusambé y otra de ellas empezará el próximo semestre. 

No fue el mejor guesthouse en que estuvimos pero lo recomendamos. Esta familia plantó cara a las dificultades y con iniciativa no solo salen adelante sino que prosperan con su propio negocio. Echémosle una mano a seguir así.     

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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