Sidemen, un paraíso en Bali
Nada, solo miro. Esta fue la respuesta que le daba a Kasia cada vez que me preguntaba qué estaba haciendo, en qué estaba pensando o si estaba bien. Y así, de ese modo pasé muchas horas de los seis días que estuvimos en el interior de Bali, concretamente en Sidemen.
Cuando salimos de casa de nuestra amiga Ania en Pererenan, pensábamos recorrer la costa este de la isla. Al ver las poco apetecibles “playas” que habían de camino, giramos hacia el interior y nos pusimos como destino el pueblo de Sidemen del que poco habíamos oído hablar hasta hacía unos días. Fue un acierto y encontramos otro de nuestros paraísos.
Sidemen, Bali
Poco a poco la carretera va ascendiendo. A medida que avanzamos, cruzamos pequeñas aldeas que no se extienden mucho más de lo que vemos desde la carretera. La carretera sube y sube suavemente atravesando la jungla exuberante a pesar de que estamos al final de la temporada seca. A veces se ven campos, que la mano del hombre ha robado a la selva, para cultivar el preciado arroz sin el que no podrían sobrevivir. Es un camino muy agradable a pesar de algunos pesados camiones que hacen lo que pueden para subir a unos 10 km/h.
Al llegar a Sidemen nos miramos extrañados pensando donde está ese pueblo con bonitas vistas del que hemos oído y leído. Estamos en un pueblo típico de Indonesia. Varias tiendas de comestibles, un taller para arreglar las cientos de motos de sus habitantes, un banco, algunos puestos de comida… sucia, caótica, ruidosa y congestionada de motos.
Pensamos que nos quedaríamos una noche y recorreríamos los alrededores con la moto, así que nos pusimos a buscar alojamiento. Siguiendo el mapa del teléfono, a la altura de lo que quedaba del mercado local nos metimos por una bajada empinada. Lo que encontrábamos para dormir nos desilusionaba cada vez más; habitaciones enanas, sin ventilación, ni baño y a unos precios astronómicos. Somos muy persistentes sobre todo cuando no llevamos mucho equipaje y además vamos en moto. Seguimos bajando hasta que los edificios desaparecieron y un paisaje de arrozales con montañas llena por completo nuestro campo de visión. Habíamos llegado al Sidemen que buscábamos.
¿Dónde dormir en Sidemen?
Encontrar alojamiento bueno, bonito y barato no es nada fácil. Los precios en Sidemen son muy altos y más si son con vistas al valle. Por una habitación claustrofóbica sin ventilación llegan a pedir 300.000 rupias.
Esta calle es el centro turístico, aquí están los alojamientos, los restaurantes y las cafeterías; aún así es muy tranquilo. Muchos turistas solo pasan a ver la vistas en un recorrido desde Ubud y ni siquiera se quedan a pasar la noche.
A excepción de un par de hoteles, las construcciones están bien integradas con el paisaje para no estropear las vistas del valle y los arrozales. Si tienes un buen presupuesto y puedes pagar una habitación con terraza, podrás disfrutar de las vistas de los arrozales y, siempre que no esté nublado, del majestuoso volcán Agung de fondo.
Nosotros no tenemos un presupuesto muy alto y seguimos buscando. Kasia divisó al otro lado de la colina una única casa de dos pisos y comprobó en el teléfono que se trataba de un hostal. Tres habitaciones (dos abajo y una arriba) por 230.000 rupias con desayuno. No lo dudamos y allá nos fuimos. Tratamos directamente con el dueño y nos quedamos tres días. Antes de irnos reservamos la misma habitación para tres días más cuando volviéramos de la zona de Amed, nuestro siguiente destino.
El Bukit Luah Sidemen se convirtió en nuestro refugio, nuestro oasis de paz, tranquilidad y lejos del calor y la humedad tropical. Cada mañana desayunábamos (el riquísimo y típico lak lak balinés) contemplando el Agung desde nuestra terraza y pasábamos horas mirando el paisaje que nos rodeaba.
¿Qué hacer en Sidemen?
Levantarse a ver el amanecer y observar el volcán Agung antes de que las nubes lo tapen. Si tienes suerte, lo verás diferente cada día. Un día con algunas nubes rodeándolo y al siguiente totalmente descubierto mostrándose en todo su esplendor.
Para adentrarse por los extensos arrozales no necesitas un guía. Si te pierdes o no estás seguro como llegar de nuevo a la carretera, los agricultores o los lugareños te señalarán el camino sin necesidad de que les preguntes.
Sentarte en tu terraza a disfrutar del silencio tranquilamente y observar la vida de sus habitantes. Cuando hacen las ofrendas, cuando trabajan el campo, cuando dan de comer a las vacas que venderán a otras islas y el baño diario al atardecer en los canales de riego de los campos (los hombres al lado del puente que cruza el río y las mujeres y niños en otra zona más resguardada a salvo de posibles miradas curiosas).
También puedes subir a algunos templos construidos en lo alto de los cerros para disfrutar, no solo del templo, sino también de las vistas de 360 grados que ofrecen.
Y relajarse, olvidarse de las prisas. Detenerse un tiempo y ver como la vida de un pueblo balinés fluye sin prisas, a su ritmo, con un momento del día para cada cosa y una cosa para cada momento del día.
Para nosotros Sidemen fue lo mejor de Bali. Un descanso del calor, de los turistas, de las miles de motos y el insoportable tráfico que caracteriza a esta isla.
Como siempre el alojamiento y sus empleados o la gente que conozcas influye mucho en como recuerdes cada lugar. Por eso recomendamos el hostal Bukit Luah Sidemen. Además de barato, amplio, limpio y con unas vistas espectaculares, los trabajadores (todos miembros de la misma familia) hicieron que nuestra estancia fuera como fue. Los primeros días el primo del dueño se sentaba a hablar con nosotros, nos contestó a infinidad de preguntas sobre la vida allí y sobre sus planes futuros (en pocos días se iba a las Islas Cook a trabajar para conseguir dinero para construir una casa para su mujer y sus dos hijos). Puedes reservarlo por booking (más caro) o escribir directamente al dueño (más barato) a través de Whatsapp (+62 852 377 212 90).
Si tienes la mala suerte de que esté reservado, tendrás que quedarte al otro lado del valle (donde están todos los alojamientos) pero también te recomiendo el Maha Neka Guesthouse, regentado por una familia. Tiene dos bungalows muy agradables y limpios y hace descuento si te quedas más de una noche. Dispone de un restaurante (sólo para cenar) con solo tres mesas que casi siempre se llenan debido a las dos especialidades que sirven cada día: costillas de cerdo a la parrilla y atún con verduras cocinado al vapor envuelto en hojas de plátano. Te garantizo que te chuparás los dedos literalmente.
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Víctor
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