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La tercera cara de Estambul

Mi último post fue la traducción de «Las dos caras de Estambul» escrito por Kasia pero hay muchas más, supongo que tantas como zonas, barrios o calles.

Descubrimos a lo largo de tres días los bares, cafeterías, tiendas y mercados de Kadıköy gracias a nuestro anfitrión Erkal y después pasamos dos días en casa de su novia, Elif que vive en la zona de Balat y Fener, una zona más pobre pero a la vez más autentica. Una zona en la que los vecinos se saludan por las calles y la ropa se seca colgada en las ventanas al alcance de cualquiera. Hace años leí en algún sitio que las personas a las que les gusta perderse por las pequeñas calles están en el sitio correcto cuando ven la colada en la ventana y/o las puertas de las casas abiertas.

Por supuesto pasamos por Beyoğlu, Eminönü y Taksim pero siguiendo las indicaciones de nuestros ya amigos Erkal y Elif que nos hablaron de algunas pequeñas mezquitas que, normalmente, no aparecen en las guías y nos apuntaron los mejores sitios para comer, beber té, café o cerveza o comprar quesos aceitunas, café… Cada cosa tiene su lugar y un lugar para cada cosa.

No quiero ni pensar como puede ser Taksim en verano porque en invierno, entre semana al mediodía casi es imposible pasar por la calle principal por la cantidad de estambuleños que pasean por ella. Por otro lado si sales por cualquiera de las calles de los lados tendrás varias pequeñas teterías y cafeterías en las que beber y picar algo.

Sultanahmet es otra cosa. Paseamos por la zona turística donde cada vendedor reclamaba nuestra atención, vimos las mezquitas más famosas, las plazas, las cisternas… Pero la base de operaciones fue nuestro estudio alquilado (Airbnb) situado entre el bulevar Kennedy al sur, el gran bazar, al que no fuimos, al norte y la estación de Yenikapı a un lado y el Sultanahmet turístico al otro. Al pasear por sus calles nos miran con caras extrañas pensando que nos hemos perdido. Pero no es así, es justo ahí donde queremos estar, ver como es su día a día, que comen, que beben y todo lo que pueda ver sobre sus habitantes.

Paseando por sus callejones puedes ver rasgos de media Asia porque, además de los nativos, hay inmigrantes de todos los países cercanos (iraníes, turkmenos, uzbekos, pakistaníes, afganos…) también muchos inmigrantes del África negra y, por supuesto sirios. Te puedes encontrar una antigua iglesia armenia de 600 años de antigüedad reconvertida en colegio al lado de un restaurante uzbeko y un poco más adelante, otro de cocina uigur. Muchos rótulos de tiendas están en varios idiomas y hay tiendecitas con productos para cada una de esas nacionalidades. Lo mejor es que todos viven juntos y se relacionan entre sí sin ningún problema. A simple vista se diría que no hay religiones, ni etnias aunque, desgraciadamente estoy seguro, de que existen unas barreras que yo no veo.

Por casualidad encontramos un mercado, sobretodo, de carne pero también con algunos puestos de quesos, mieles, frutos secos y especias. Intentamos comprar algo de queso pero después del tiempo que nos costó probar alguno y pedir otro menos salado (creo que les regalan la sal) resultó que no tenían ninguno. Nos quedamos con las ganas y seguimos nuestro tour anti-turístico de vuelta hacia casa porque a un par de calles había un puesto con kebab de cordero a 2,5 liras (normalmente cuesta más de 5) pero justo al llegar se le había terminado el rollo de carne y estaba cerrando. Vaya día.

Al día siguiente cogimos el ferry desde Estambul para cruzar el Mármara hasta Mudanya, tierra de olivos, pero eso es otra historia…

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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