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Mahdi y parte de su familia

Irán…Welcome to my country

Irán, lo desconocido. Pensábamos que íbamos a tener todo tipo de problemas con nuestros visados sacados en Estambul hace casi tres meses ya que indicamos (como hace todo el mundo) una ruta y un montón de hoteles que no tienen nada que ver con lo que hacíamos en realidad. Al llegar a la frontera nos encontramos con que éramos las únicas personas por allí, a parte de dos aburridos funcionarios que nos hicieron todas las preguntas que se sabían en inglés: de dónde, a dónde, por qué, para qué, en qué trabajamos, estamos casados, Madrid o Barça…

También nos explicaron las cosas que teníamos que ver y nos arreglaron la ruta que debíamos seguir haciendo caso omiso de la que nosotros les decíamos. Casi una hora después y tras responder a cada una de las preguntas y a cada uno de ellos por separado, pasamos el control y lo primero que nos dio la bienvenida fue una bandada de buitres, perdón, quiero decir taxistas dispuestos a llevarnos a Jolfa, la ciudad más cercana, por un módico (leasé: abusivo) precio. Pasamos de ellos y salimos del complejo donde nos esperaba la siguiente bandada y, después de un difícil regateo, conseguimos transporte casi por la mitad del precio inicial.

Nuestro improvisado taxista nos llevó derecho a la parada de taxis de la ciudad y empezamos otra negociación-discusión porque le habíamos dicho que queríamos ir en autobús y no en taxi hasta Tabriz. Al final cedió y nos llevó, sin cargo, al pueblo de al lado desde donde salían los autobuses.

Primera buena impresión

En la estación fuimos la atracción del día, la gente nos preguntaba de donde somos, sonreía y trataba de ayudarnos. Por señas compramos los billetes y nos informaron de que teníamos que esperar un poco más de una hora pero que había una sala de espera y que ellos nos avisarían cuando estuviese el autobús y así fue. Ya a bordo empecé a aprender los cifras persas gracias a la numeración de los asientos y volvimos a convertirnos en una atracción para el resto de los pasajeros; una de ellos nos preguntó de dónde éramos y le pedimos ayuda con los autobuses para llegar al centro a lo que ella, después de llamar por teléfono, nos contestó con un «don´t worry» que nos preocupó bastante, después de nuestras experiencias en Turquía.

Al llegar a la estación aparecieron sus padres que nos querían llevar y empezó el problema porque CS no es del todo legal en Irán (el gobierno quiere saber donde están los turistas y posibles espías en todo momento) Nos inventamos que a través de un amigo en Polonia, teníamos a un amigo en la ciudad y les dimos su número. Le llamaron, hablaron, quedaron en un punto en la ciudad, nos llevaron hasta allí y esperaron hasta que apareció nuestro “amigo” para asegurarse de que estábamos bien y de que tenemos donde dormir. Por supuesto hubo intercambio de números de teléfono por si acaso necesitábamos algo o queríamos ir a dormir a su casa. Esto fue el primer contacto con la legendaria hospitalidad del antiguo pueblo persa.

Segundas impresiones

En Tabriz nos alojamos en casa de los padres de Mahdi; un estudiante de instituto de 19 añitos que ya ha alojado a más de 100 personas. Nuestra primera noche fue sorprendente para nosotros ya que él se fue a clase y llegaron un montón de familiares suyos que no hablaban inglés pero gracias a una de las niñas que hablaba lo básico, al lenguaje corporal y a las caras sonrientes por las dos partes nos arreglamos hasta que regresó nuestro anfitrión para hacernos de traductor. Hubo comida casera, bailes, risas y conversaciones sobre todo. Esa misma noche llegaron también una joven pareja desde Turquía. Al día siguiente los padres nos llevaron a los cuatro en coche (andar parece estar prohibido en Irán) a ver diferentes lugares por la ciudad pero lo mejor fue entrar a una mezquita en el momento en que la gente rezaba junto con un imam; por supuesto, mujeres y hombres por separado pero aún así fuimos la atracción del día, todos muy interesados en por qué habíamos elegido Irán para nuestras vacaciones, nos invitaron a té y nos enseñaron la mezquita cuando acabaron los rezos.

Después de un par de días de excursiones “organizadas” le explicamos a nuestro anfitrión que queríamos pasear y perdernos por la ciudad y el bazar; el nos miró con cara de extrañeza mientras intentaba traducir, entender o descifrar la expresión “Get lost” pero lo conseguimos. Nos pasamos horas paseando por el bazar, uno de los más antiguos y más grandes del país, donde se puede encontrar cualquier cosa pero apenas hay tres o cuatro lugares donde tomar un té o comer algo y resulta casi imposible encontrarlos. Es un lugar auténtico, no es un sitio pensado para los turistas sino para los iraníes por eso muchas veces las personas que hablaban inglés nos saludaban, nos hacían su pequeño interrogatorio y nos daban las gracias por venir a visitar su país del que se sienten muy orgullosos.

Paseando por Tabriz descubrimos que a los iraníes les encantan los turistas. Cada vez que parábamos para mirar el mapa nos rodeaban para ayudarnos y sino sabían inglés, se ponían a buscar a alguien que lo supiera para entender que es lo que necesitábamos. Además, todo aquel que sabe decir hello, welcome o cualquier otra cosa agradable; se acerca a hablar o, incluso, nos para por la calle para sonreírnos y decir su frase.

Al recordar esos momentos y pensar que toda esa ayuda desinteresada viene de unos completos desconocidos, se me pone la piel de gallina con lo que nos espera en este enorme país.

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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