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Autostop en el lago Pangong

Auto-stop en el lago Pangong

Muchos de nosotros hemos crecido oyendo que hacer auto-stop es peligroso. En cambio todos hemos leído o escuchado historias de las grandes aventuras de personas que han viajado de este modo. Sin ir más lejos, nosotros lo hicimos incluso cuando íbamos con las bicicletas por Turquía. En Georgia, Armenia e Irán ni siquiera es necesario sacar el pulgar para que alguien pare y se ofrezca a llevarte. Aunque nunca oímos nada esperanzador sobre el auto-stop en India, allí estábamos. Concretamente en el lago Pangong a 4200 metros de altitud y decididos a probar suerte.

Nuestra idea

Nuestra idea era bastante fácil. Caminar los diez kilómetros que separan Maan de Spangamik e ir probando suerte con la esperanza de que alguno de los taxis contratados por los grupos de hindúes se dignara a llevar a dos blancos con mochilas que caminan por una carretera de tierra en mitad de la nada.

Kasia estaba muy convencida de que alguien pararía pero yo era bastante reacio a que una persona que paga tanto dinero para poder ir cómodo (relativamente, ya que llegan a meterse hasta doce personas en un solo coche) en su vehículo privado, quiera renunciar a esa comodidad para llevar a dos blancos que se supone que tienen dinero para pagar su propio transporte.

La realidad

La realidad fue que después de dos horas caminando los diez kilómetros hasta Spangamik, pasaron una decena de taxis. En algunos pudimos ver que había espacio para nosotros pero no se molestaron siquiera en aminorar para no llenarnos de más polvo del que ya teníamos encima, sólo uno de ellos paró pero iban más diez personas. Como no somos hindúes, no nos  sentimos capaces de meternos en el reducido espacio que nos ofrecían para viajar durante horas con ellos. Kasia se sentía muy decepcionada y al mismo tiempo sorprendida de que en lugar tan remoto y sin apenas transporte nadie parara para ofrecer ayuda.

Al llegar a Spangamik y después de preguntar a las pocas personas que habían por el lugar, comprobamos que nadie iba a Leh y que los taxis de turistas hindúes se habían marchado mucho antes. Nos fuimos hasta la salida del pueblo, nos sentamos y nos dimos una hora de tiempo antes de ponernos a buscar alojamiento y volver con el autobús que sabíamos que había al día siguiente. Pasó la hora y de los dos coches que pasaron ninguno iba hacia Leh. Como ya escribí en El lago Pangong, la vida a 4200 m. de altitud, sin contar las decenas de “tiendas de campaña” de lujo, hay un par de lodges bastante básicos y sucios en los que nos costó encontrar a los encargados a esas horas. A punto de perder la esperanza pasó un tercer coche, un enorme 4×4 con tres pasajeros que después de parar nos dijeron que iban llenos. Cuando arrancó y siguió su camino, Kasia insultó en varios idiomas a todo el pueblo hindú incluyendo a los familiares muertos y yo, totalmente de acuerdo le di la razón asintiendo con la cabeza.     

La solución

Nuestras esperanzas se recuperaron cuando una camioneta nos ofreció llevarnos hasta Leh haciendo algunas paradas por el camino para “different things” y después de mucho pelear conseguimos que nos dijera cuanto quería que le pagáramos. El precio era lo mismo que cuesta el autobús, así que nos pareció bien. Antes de salir fuimos al camping donde él trabajaba y nos invitaron a un té.

Al momento apareció una chica buscándonos que resultó ser una de las pasajeras del 4×4. Habían reorganizado todo su equipaje y habían vuelto a por nosotros. Nos despedimos de nuestro chófer de pago y nos fuimos, finalmente y como Kasia esperaba, en auto-stop y yo me comí mis palabras.

Como sardinas en lata es poco. Vinieron a Ladakh en el norte desde Kerala en el sur. Además de mucha ropa, llevaban comida, dos depósitos de 25 litros de gasolina y más de cien litros de agua (los keralenses no pueden vivir sin su agua). Hicimos el camino que en el autobús nos llevó diez horas, en cinco y aunque íbamos tres personas en los asientos traseros con las mochilas entre las piernas no nos faltaron ni conversaciones ni risas. Rodeados de paisajes montañosos y pequeños lagos helados entablamos amistad y durante la cena en Leh nos recomendaron todo lo que hay que ver, comer y beber en Kerala. Quedamos para vernos al día siguiente y, quizás, tres semanas después en Kerala, ya que desde allí teníamos el vuelo que nos llevaría a Hong Kong para, una vez conseguidos los visados, entrar a China.

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Víctor

Atípico español, que no aguanta los toros, el fútbol, el flamenco y el calor. Le encanta el invierno y la cerveza fría. Profesor de español de vocación. Un cabezota que siempre tiene su opinión. Manitas comparable a MacGyver, con cinta, cuerda y un cuchillo arregla casi todo y con pegamento, todo. Cuando coge un libro, el mundo no existe. Bueno, lo mismo pasa si se pone a acariciar a perros y gatos. Se levanta y se despierta al mismo tiempo. Vamos, un tipo majo 😀

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